Jasone Agirre Garitaonandia
Parlamentaria de EH Bildu
KOLABORAZIOAK

Mi vejez, nuestra vejez

Con el pelo teñido de rubio, una hermosa dentadura postiza, y tomándome el vermú del mediodía. Es así como me imaginaba mi vejez cuando era más joven. Con los años, he bajado mi nivel de ambición. Les tengo dicho a mis hijos que no me importa que me lleven a una residencia cuando sea anciana, pero que por favor, se ocupen de depilarme el bigote, una vez a la semana si puede ser. Y si no soy capaz de pintarme los labios de rojo, si todavía tengo dentadura al menos, les agradecería mucho que le pidieran a alguien de la residencia que me los pintase. Aunque, si no puede ser, lo comprenderé porque la realidad es que eso es un «lujo».

Sin embargo, a medida en que gente cercana ha ido envejeciendo he podido ver qué es la vejez. Me he dado cuenta de lo «física» que es. Por ejemplo, me he dado cuenta de lo importante que es la ducha diaria, y lo difícil que resulta si esa persona está impedida. He podido comprobar también que el número de veces que se le cambia el pañal a una persona está directamente relacionado con su confort. También he podido saber que el cuidado resulta muy caro y que el dinero a veces no es suficiente cuando no hay quién cuide de la persona cuidadora.

La vejez es «física», sí, pero he llegado a la conclusión de que también es «política». Es duro decirlo, pero el olor o el confort que tiene una persona mayor dependiente, es consecuencia de una decisión política. Un ejemplo: el ratio en una residencia para mayores, es decir, el número de residentes que cada cuidador o cuidadora deberá atender, en Bizkaia lo decide la Diputación Foral. Según ese ratio, variará el número de duchas a la semana que recibirán las personas dependientes o las veces que cada día se les cambiará el pañal. Crudo, pero real.

Defiendo que la vejez también es una cuestión «política», porque tampoco es lo mismo ser mayor en Bizkaia o en otro territorio. En Bizkaia la Diputación Foral ha dejado la mayoría de las residencias en manos de empresas privadas que tienen hacer negocio como su principal objetivo. Las condiciones laborales del personal son mucho más precarias en las residencias privadas que en las públicas: tienen más personas mayores a su cuidado, y además, su sueldo es un 40-60% inferior. Es fácil deducir que el servicio que se ofrece es peor. No es casualidad que las trabajadoras de las residencias de Bizkaia estén en huelga. Es significativo que las familias de los residentes se hayan unido en la asociación “Babestu” para apoyar a las trabajadoras de las residencias. Las familias saben que las trabajadoras dan lo mejor, aún en las peores condiciones, para ofrecer un trato humano y de calidad. La Diputación Foral de Bizkaia, mientras tanto, se limpia las manos. Primero privatiza el servicio y luego dice que se trata de un conflicto laboral entre empresa y trabajadoras. Se le olvida que la responsabilidad de ofrecer un servicio de calidad es suya, y es a ella a quien le corresponde exigírselo a todas las residencias, estén o no en manos privadas.

Y encima nos quieren hacer creer que vivimos en un oasis. La Diputación Foral de Bizkaia gasta menos dinero en servicios sociales que las diputaciones de Araba y Gipuzkoa. Eso sí, en Bizkaia tenemos una carretera, la Supersur, que ha costado millones y está infrautilizada, es innecesaria, mientras que mucha gente mayor no está atendida como es debido.

Cuando decimos que queremos un país digno nos referimos a eso también. No podemos ser un país digno si no protegemos y cuidamos a la gente mayor como se merece. Para eso, en este caso, no podemos pedir que nos ampare la ley porque ya tenemos una buena ley de servicios sociales. Esa es la paradoja.

La Ley de Servicios Sociales del 2008 se aprobó por unanimidad en el Parlamento de Gasteiz. Es una ley avanzada, moderna, correcta. Pero una ley es tan solo papel mojado si no se le dota de dinero y no se desarrolla. El propio Ararteko, en su informe, destaca grandes diferencias en los servicios de un municipio a otro y, sobre todo, entre los pueblos pequeños y las ciudades. Según el Ararteko, el dinero que se destina a los servicios sociales no es suficiente, hay descoordinación entre instituciones, y son preocupantes las condiciones laborales de los y las trabajadoras sociales. Por último apunta que muchas veces la ciudadanía desconocemos los derechos que nos corresponden.

Desde el 26 de diciembre, todas las personas que necesiten algún tipo de cuidado pueden reclamar ese derecho, el derecho a que se les cuide, tanto por vía administrativa como por vía judicial. Se convierte, pues, en un derecho subjetivo y universal como el derecho a la educación o a la sanidad. Es un gran avance. Ahora corresponde a las administraciones convertirla en realidad. Para eso las políticas sociales deberán tener prioridad y los presupuestos deberán ser acordes a las necesidades. Sin embargo, de momento, y esto también según el Ararteko, el actual sistema de servicios sociales no tiene el suficiente apoyo político y, en consecuencia, tampoco una financiación adecuada. Eso es lo que hay que cambiar.

Queremos un sistema vasco de servicios sociales digno y eso es por lo que vamos a trabajar de ahora en adelante, por unos servicios sociales igualitarios y para toda la ciudadanía. Si queremos un país digno no podemos dejar a un lado a quienes necesitan ayuda. Es responsabilidad de todas nosotras. Responsabilidad personal y política.

No tengo grandes ambiciones para mi vejez, pero cuando la imagino pienso que si no es posible llevar los labios pintados de rojo, al menos me gustaría oler decentemente.