EDITORIALA
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ONU: nueva era con retos a la altura del caos global

El exprimer ministro portugués Antonio Guterres asumió esta semana la Secretaría General de las Naciones Unidas en un contexto internacional no apto para timoratos: el número de refugiados y desplazados es el más alto desde los años 40, Siria sigue desangrándose, Trump es una incógnita que desprecia la ONU y el cambio climático amenaza con convertir en irrelevante cualquier otro conflicto. Todo en pleno desconcierto internacional y con el prestigio de la arquitectura institucional surgida al calor del fin de la II Guerra Mundial (al frente de la cual está la ONU) por los suelos.

No es poco el trabajo que se le acumula a Guterres, que empezó su mandato con una buena dosis de realismo: reconociendo que la organización no ha estado a la altura y dejando claro que él no hace milagros. Con estos mimbres, hay que ver ahora si hace suya la agenda reformista detallada en su día por el exsecretario general de la entidad Kofi Annan, que resumió hace un año los tres elementos que han puesto en jaque el orden mundial:

En primer lugar señaló la mundialización, que ha dejado a estados y sociedades sin las herramientas más básicas para regir sus destinos. En segundo lugar, fracasos como los de Afganistán, Irak o Haití, que han socavado la credibilidad de la ONU y en muchos casos han imposibilitado construir una mínima unidad internacional. Tercero, la propia estructura institucional no ha cambiado desde la postguerra. El principal órgano de la ONU (el Consejo de Seguridad) y las instituciones de Bretton Woods (FMI y Banco Mundial) siguen en manos de los vencedores de la II Guerra Mundial, ignorando el fin de la Guerra Fría y el esquema multipolar ya instalado. Ban Ki Moon no quiso o no pudo insistir en la reforma iniciada por Annan, bloqueada por los países del Consejo de Seguridad, en especial por EEUU. Guterres está obligado a retomarla, y a hacerlo con éxito, si quiere salvar la que, pese a todos sus achaques, sigue siendo la obra cumbre del multilateralismo.