Mirari Isasi
Periodista
IKUSMIRA

Confraternizar con las FARC, un pecado

Hace una semana nos sorprendíamos con la decisión de Naciones Unidas de suspender a cuatro observadores de su Misión de Monitoreo y Verificación del Cese de las Hostilidades y la Dejación de Armas en Colombia tras la polémica suscitada por la difusión de un vídeo en el que se veía a tres de ellos –el cuarto de los suspendidos es su supervisor directo– bailando en Nochevieja con varias guerrilleras en un campamento de las FARC en el departamento caribeño de La Guajira, donde están preagrupados los insurgentes antes de iniciar su tránsito a la vida civil.

El Gobierno colombiano vio «inaceptable» esa actitud aunque descartó que afecte al proceso de verificación, mientras las FARC criticaban a quienes pretenden deslegitimar la imparcialidad de la ONU y defendían el acontecimiento como «un hecho histórico que inaugura en el país una era de paz» tras más de medio siglo de conflicto.

Tres días después la Policía colombiana suspendió a cuatro agentes que aparecían en una fotografía –tomada también el 31 de diciembre– junto a ocho guerrilleros de las FARC –alguno de ellos armados– y una observadora de la misión de la ONU en una zona de preagrupamiento.

Si el proceso de paz busca la reconciliación tras la superación de décadas de confrontación armada, un baile o una fotografía que muestran cierto acercamiento, cierta confraternización, no deberían ser motivo de crítica, salvo para el uribismo que quiere mantener como «apestados» a los guerrilleros.

Siempre será mejor hacer el amor que la guerra. ¿O no?