Hablemos de ello...
Así termina el cartel de la Asociación Chrysallis Euskal Herria, y eso es mi intención en este artículo: hablar de ello…
Hablar de la intolerancia x género, de la violencia en forma de rechazo, burla, insultos e incluso agresión en la infancia y adolescencia dirigida a aquellas personas o criaturas que presentan actitudes o comportamientos que no corresponden a las «normas sociales» del género. Estas criaturas no tienen ningún problema, ningún trastorno, ningún desajuste biológico ni psicológico. El problema está en la mirada de los demás ante estas conductas, da igual los genitales que tengan, estos no pertenecen a ningún género.
La distinción entre niños y niñas la hacemos los adultos, es la cultura del binarismo. Hay una infancia que sufre porque no permitimos que se desarrollen en igualdad de derechos, obligamos o imponemos que se manifiesten en ese atroz binarismo.
«Los estereotipos del género influyen desde el momento que el cerebro procesa el lenguaje» (Basque Center on Cognition Brain and Lenguage). Las normas, los roles de género están basados en una estructura heteronormativa rígida, que todos y todas reproducimos y que nos impide desarrollar la igualdad en la educación de nuestros hijos e hijas. No es necesario saber cual es el género de una persona para relacionarnos con ella, son nuestros prejuicios sociales que nos empujan a etiquetar a las personas y en este caso a las criaturas.
Permitamos que la infancia crezca y se desarrolle con total libertad, sin marcarlos en uno u otro género. Pensemos cómo nos hemos construido cada uno de nosotros o nosotras, en ese binarismo, tenemos tan interiorizado los roles de género que ni siquiera nos lo hemos cuestionado. Aquello que denominamos con el «género masculino» o «género femenino» no tiene nada que ver con el cuerpo en el que nacemos sino con la educación que recibimos, con el entorno que nos rodea y con la sociedad en la que vivimos.