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MANCOMUNIDAD VASCA

Un encaje de bolillos no tan multicolor

Hace una semana se eligieron en Baiona los órganos de dirección de la Mancomunidad Vasca: Comisión Permanente y Ejecutiva. Su composición ha dejado a la vista la dificultad de encajar la relación de fuerzas entre las mayorías municipales con la diversidad de las tendencias políticas y también con el peso demográfico de los diferentes territorios.


Era sabido que los criterios de reparto o el «equilibrio» al que ha aludido insistentemente el presidente de la Mancomunidad Vasca, Jean-René Etchegaray, fueron objeto de largos debates en las reuniones preparatorias del Pacto de gobernanza aprobado en la primera asamblea del Consejo el 23 de enero. Con todo, la dificultad para lograr esa armonía quedó de manifiesto en las protestas provenientes de algunos electos del PS, de otros del interior y de los pocos que se presentaron frente al candidato o candidata oficial de la lista de Etchegaray.

El ejercicio de la votación fue largo y un tanto tedioso. Los 231 electos presentes o representados en el Consejo tuvieron que escoger, uno a uno, a los 68 consejeros de los citados órganos y la operación fue bastante repetitiva. Sin embargo, los momentos en que se presentaron candidatos alternativos a los propuestos por el presidente y, sobre todo, un análisis más pausado de los resultados registrados y de los consejeros elegidos permite visualizar la composición política de las estructuras de gobierno y también los celos y recelos existentes en el seno de la primera institución que reúne los tres territorios de Ipar Euskal Herria.

Para empezar, el porcentaje de apoyo nada desdeñable obtenido por el alcalde de Gotaine-Iribarne, Bernard Lougarot, en sus tres confrontaciones a la hora de elegir a los vicepresidentes ronda el 35%. Aun a sabiendas de que el peso demográfico es obviamente muy inferior en el interior –de ahí la supremacía de consejeros y cargos de la costa consensuado en el Pacto de gobernanza–, el resultado deja entrever que existe un nivel de desconfianza por parte de algunos consejeros de Zuberoa y Nafarroa Beherea en particular, respecto a la atención que las necesidades o proyectos de sus territorios puedan concitar en la Ejecutiva y en la Permanente. Una realidad, por tanto, a tener en cuenta para intentar entender la variedad de la composición de la Mancomunidad Vasca.

Por otro lado, la presencia en estos órganos de consejeros, no ya escépticos hacia la nueva institución sino activamente contrarios a la misma, como el biarrota Jean-Pierre Laflaquière, el alcalde de Bidarte, Emmanuel Alzuri, el alcalde de Ziburu, Guy Poulou, el de Erango, Beñat Cachenaut, el de Bokale, Francis Gonzalez, entre otros, muestra ciertamente la diversidad natural de una institución de este tipo pero evidencia, asimismo, los obstáculos internos con los que tendrán que lidiar quienes apuestan con brío por poner en marcha la MV.

El apoyo de la asamblea hacia algunos de ellos pudo cuantificarse en cierta manera en las ocasiones en las que otros consejeros se enfrentaron al oficial. Por ejemplo, el antiguo vicepresidente de la mancomunidad de Bidaxune, Alexandre Bordes, contrario a la Mancomundad Vasca solo superó en medio punto el 50% indispensable para ser legido en primera votación cuando se le puso enfrente la electa de Akamarre, Simone Berlan, partidaria ella de la creación de la MV. Algo similar les sucedió al alcalde de Mithiriña, Gilbert Dublanc, y al de Donapaleu, Jean-Jacques Loustaudaudine, que fueron retados por sus homólogos bajonavarros Sauveur Bacho y el abertzale Jean-Louis Prebende.

Los únicos que lograron derrotar a los candidatos presentados en la lista oficial fueron el biarrota Max Brisson que desplazó en el 2º round a Guy Lafite y el abertzale Jean-Claude Iriart que hizo lo propio con el consejero bayonés y activo oponente a la mancomunidad Philippe Neys.

Resultó un tanto sorprendente que otros consejeros abertzales, en particular en la comarca de Lapurdi Hego, no optasen por rivalizar, aunque fuera simbólicamente, con, por ejemplo, la alcaldesa de Urruña, Odile de Coral, o contra el primer edil de Ziburu, Guy Poulou, notorio detractor de la MV y, precisamente, uno de los cuatro consejeros que se abstuvo cuando se votó por asumir la competencia de la lengua y cultura vascas (el resto votó sí unánimemente).

Además, dado que los consejeros de la MV provienen de las corporaciones municipales y que la mayoría de los delegados que ejercían ya en las anteriores mancomunidades de aglomeración o de municipios también están presentes en la MV y en sus órganos de gobierno, la transposición de las tensiones locales al nuevo marco es más que previsible.

De hecho, es algo que ya quedó patente en el proceso de elección de los cargos y fue denunciado por algunos electos del PS, –el angeluarra Guy Mondorge y el alcalde de Hendaia Kotte Ezenarro, entre ellos– que se consideraron relegados en la lista de confeccionada por Etchegaray a quien reprocharon haber preferido la «paz» en las corporaciones del BAB (Baiona-Angelu-Biarritz) y no haber respetado el «equilibrio democrático ni demográfico».

Resumiendo, podría decirse que la composición política de la Mancomunidad Vasca es reflejo de las corporaciones municipales, pero no tanto. Además, dado que el sistema electoral municipal francés favorece enormemente a las mayorías, ningunea prácticamente a las fuerzas de la oposición y obstaculiza la presencia de mujeres electas (solo el 21,50% en el Consejo de la MV y 17,40% en los órganos de dirección) la diversidad política de la población queda más bien en entredicho.

De ahí la necesidad apremiante de instaurar un sistema de elección de los consejeros por sufragio universal directo, proporcional para garantizar una presencia más equilibrada de las tendencias politicas e impulsor de la paridad, algo que la ley no contempla por ahora. Una tarea más a añadir en la ingente labor de construcción de una institución vasca que, a tenor de lo declarado por la gran mayoría de electos, tiene vocación de alcanzar más cotas de competencias y de peso político.