Pello Guerra
Periodista
IKUSMIRA

Subir al cielo con un toque de coñac

En estos tiempos en los que cualquier dificultad se resuelve a golpe de tecnología, llama la atención el ingenio que demostraban las generaciones precedentes para sortear los obstáculos más inverosímiles. Recientemente me comentaban una anécdota que viene a evidenciar cómo se llegaba a salir airosamente de un enredo que tenía su miga.

El caso es que una anciana agonizaba y sus allegados decidieron avisar al cura para que le diera la extrema unción. El sacerdote se presentó en el lugar y tras la correspondiente jaculatoria, intentó darle la imprescindible hostia con la que completar el ritual que llevaría su alma al cielo una vez que dejara este mundo. Pero la señora se encontraba tan débil que no había forma de que tomara la oblea de marras.

Entonces, una nuera de la anciana recordó a los presentes que después de comer, la señora no solía perdonar su copazo, así que planteó la posibilidad de untar el cuerpo de Cristo en coñac para así engrasar el paso por la garganta de la agonizante.

La propuesta generó un cierto escándalo. Eso de remojar la sagrada hostia en coñac tenía un punto sacrílego. Pero el cura terminó accediendo con tal de ayudar a esa fiel de su rebaño. Así que, haciendo de tripas corazón, procedió a untar la hostia en el coñac y acto seguido la acercó a la boca de la anciana. Y entonces, ¡se obró el milagro! La moribunda no solo trasegó a la perfección la oblea al notar el gusto a coñac, sino que hasta se relamió. Y con ese toque tan espirituoso abandonó este mundo de pecadores con todos los sacramentos. Amén.