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Más de 1.000 kilómetros de arena, mar, abusos y agresiones

Unicef alertó ayer en un informe de los peligros de la ruta migratoria del Mediterráneo central para menores y mujeres. Tres de cada cuatro niños entrevistados refirieron haber sufrido abusos, mientras que la mitad de las mujeres denunció violencia sexual. El estudio incluye también los duros testimonios de una decena de menores.


Las cifras no dejan indiferente a nadie: 181.436 personas llegaron en 2016 a Italia a través de la ruta migratoria del Mediterráneo central, que tiene en Túnez y sobre todo en Libia sus principales puntos de salida. Al menos 4.579 personas más lo intentaron pero se dejaron la vida en el mar. Entre ambos grupos se sitúan las cerca de 256.000 personas que en setiembre de 2016, según Unicef, malvivían en Libia a la espera de poder subir a una lancha rumbo a Lampedusa o Sicilia. 28.031 eran mujeres y 23.102 menores edad. A ellos está dedicado el informe «Una travesía mortal para los niños», hecho público ayer por la agencia de la ONU para la defensa de los derechos de la infancia.

Además de las impactantes cifras, el estudio incluye entrevistas con 40 menores y 82 mujeres, testimonios de un viaje plagado de amenazas. Muestra de ello es que 30 de los niños (un 75%) declaró haber sufrido violencia, acoso o agresión por parte de adultos. Entre las mujeres, casi la mitad aseguró haber sufrido violencia sexual y abusos durante la travesía.

Menores solos

La inmensa mayoría de los menores realizan solos –sin ningún otro familiar– un trayecto que acostumbra a iniciarse en el Sahara subsahariana. Isaa cuenta en el estudio que salió de Níger hace dos años y medio: «Quería cruzar el mar en busca de trabajo, trabajar duro para ganar un poco de dinero, para ayudar a mis cinco hermanos de regreso a casa. Mi padre había recaudado dinero para mi viaje, me deseó buena suerte y luego me dejó ir». Por delante tenía 1.000 kilómetros de desierto para atravesar de norte a sur Libia, un país devastado. Jon, otro de los niños entrevistados en el informe, cuenta a Unicef las penurias de la travesía: «Solo Dios me salvó en el desierto, sin comida, ni agua, ni nada. El hombre que estaba sentado junto a mí murió en el viaje. Y una vez que uno muere en el desierto, tiran tu cuerpo y eso es todo».

Jon está actualmente detenido en uno de los 34 centros de detención que Unicef ha encontrado en Libia: «He estado aquí durante siete meses. Aquí nos tratan como pollos. Nos pegan, no nos dan agua de buena calidad ,ni buena comida. Nos acosan, así que aquí se mueren muchas personas».

Coincide el relato con el de Kamis, 9 años, retenida en Sabratha durante cinco meses: «No había comida ni agua. Solían pegarnos todos los días. Golpearon a los bebés, a los niños y a los adultas». Kamis y su madre llegaron al centro de detención después de ser rescatados de una barca a la deriva: «Los hombres que nos empujaron hacia la barca nos dijeron que miráramos a las estrellas. La barca estaba en medio del mar y todo el mundo estaba llorando. El viento movía nuestra barca, así que todo el mundo estaba llorando».

Will, nigeriano de 8 años, también aporta su testimonio: «Después de un tiempo el barco comenzó a llenarse de agua y poco después se hundió. Había un muchacho que sobrevivió, y me agarré a él durante muchas horas. Él me salvó, pero mi padre y mi madre y murieron».

El director ejecutivo adjunto de Unicef, Justen Forsyth, tiene una visión realista sobre los traficantes, que cobran entre 200 y 1.200 dólares por cada trayecto. «Los contrabandistas existen porque proporcionan un servicio que la gente desesperada no puede obtener legalmente. No se preocupan por otra cosa que no sea el dinero sangriento que están extrayendo», apunta en el informe, que alerta de las consecuencias sicológicas y sociales que la experiencia puede causar en los menores.

A modo de resumen, la directora regional de Unicef, Afshan Khan, apunta que «tenemos que abordar a escala mundial las cuestiones que impulsan la migración e, igualmente importante, poner en marcha medidas más sólidas para proteger a los niños en tránsito por medio de un sistema de pasaje seguro».