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La varita mágica de la justicia española


La semana pasada el cuñado de Felipe VI tenía que comparecer ante la Audiencia de Palma para asistir a la vistilla en que se decidía sobre su posible ingreso en prisión.

La explicación dada por la Sala para permitir a un ciudadano condenado a una pena grave de mas de seis años para que resida en un país que ni siquiera es miembro de la CE es apabullante. Se explica que no existe riesgo de fuga debido al gran arraigo social de Urdangarin «cuyas particulares circunstancias sobradamente conocidas nos eximen de su personalizado análisis». Dicho de otro modo: que no se explican esas circunstancias, que, además, son tan particulares que eran las que le facilitaron llevar a cabo su actividad delictiva, según se dice en la sentencia condenatoria: su proximidad a la Casa del Rey que le abría todas las puertas.

Quizá por eso y para vender al pueblo llano esta moto se ha desarrollado una campaña de imagen del exduque consorte que ha resultado patética. Primero le vimos en bici por Ginebra. Pobrecillo, aunque dicen que es de las de mas de 12.000 euros. Luego los rumores de que ya no tienen sirvienta interna y les cuesta llegar a fin de mes, aunque la renta del palacete en pleno centro no baja de los 6.000 euros. Y como colofón las imágenes cogiendo el bus a las 5 de la mañana y recogiendo basura para echarla al cubo. La imagen del ciudadano ejemplar retransmitida por televisión. Se pregunta uno si fue al aeropuerto en bus porque a su esposa no le dio la Real gana de llevarle. O por qué no le llevaron los escoltas que cuestan un pastón o por qué no fue en el coche del periodista concertado que se ofreció a llevarle. O… si se piensan que somos gilipollas.

En el Supremo es posible que la pena se rebaje lo necesario para que no entre al talego. Siempre se ha hablado de las diferentes varas de medir de la justicia. En este caso se está usando la varita mágica, que es algo muy propio de princesas.