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Interview
AITOR AMEZAGA
PIANISTA, COMPOSITOR, ARREGLISTA...

«Con 15 años ya vivía de la música, tenía mi sueldo con las actuaciones»

Aitor Amezaga es uno de los nueve hijos de Elías Amezaga, recordado escritor, y Mari Carmen Asensio, que fue quien le inculcó el aprendizaje del piano. Sus producciones, arreglos y colaboraciones van desde Estitxu a La Polla Records, pasando por bandas sonoras y «Barruan», disco sinfónico aplicado a la escena euskaldun y que este domingo presenta en el Teatro Campos de Bilbo, a partir de las 19.00.


Este domingo, Aitor Amezaga, junto a Donostiako Eskola Orchestra repasará canciones populares de músicos como Benito Lertxundi, Oskorri, Hertzainak, Sorotan Bele, Xabier Lete, Mikel Laboa, Urko, Gorka Knörr... arregladas por el versátil, hábil y culto pianista. Son canciones, en parte, incluidas en su reciente disco “Barruan” (Agorila), álbum para el que pudo contar con la Orquesta Sinfónica de Bratislava. Es asimismo un repertorio en el que él mismo ha participado en algún arreglo o producción durante su extensa carrera/estudios que inició con tan solo cinco años. Junto con estas obras también se interpretará el tema principal de la banda sonora de la película “Frío sol de invierno”, compuesta por Amezaga en 2003. Este largometraje fue galardonado con un Goya y un premio a la Mejor Dirección Novel dentro del festival de cine de Donostia. También es autor de otras bandas sonoras, especialidad por la que siente un gran aprecio, y de numerosos trabajos para radio, televisión, cortos... Destaca también en la música por su participación en Akelarre, «el grupo más importante en el que he tocado en toda mi vida», piropos a los que no les falta una buena base.

A la amplia familia Amezaga se le relaciona con Getxo, pero los hermanos nacieron en Bilbo, Aitor en el hospital de Begoña. Hasta los 9 años vive en una casa alquilada en Marqués del Puerto y atendidos por interinas, ya que los aitas residen en Getxo. No obstante, Mari Carmen Asensio, su madre, les visitaba todos los días. Construida una amplia casa en Getxo, toda la familia queda reunida, convirtiéndose aquello en un domicilio por el que pasaron numerosos artistas.

La actuación en el Teatro Campos Elíseos entra dentro de la programación de Loraldia, en colaboración con el ciclo Izar & Star.

 

Complejo, pero toda una familia relacionada con la música.

Somos nueve hermanos, siete chicos y dos chicas. Uno de los hermanos falleció con 55 años, los demás todos estamos vivos y con grandes aficiones creativas, es por eso que en su día Oskar tuvo una discográfica [Discos Suicidas/Hilargi Records]. Los demás, en general, todos se han relacionado con el mundo de la música. En mi casa siempre ha habido instrumentos, que desde niños hemos tocado, por ejemplo guitarra, bajo eléctrico, batería y piano... sin obviar que en aquella época era difícil tener acceso a este tipo de instrumentos. No es como ahora que es bastante más sencillo y económico. La razón por la que tantos hermanos hemos desarrollado la creatividad es muy sencilla: un padre escritor. Mi padre dedicó toda su vida a la creación de libros y al estudio de la historia y la literatura vasca, fue un reconocido escritor de nuestra cultura. Por casa han pasado numerosos artistas de los setenta: Sistiaga el pintor, Oteiza el escultor, Retana el creador de la Gran Enciclopedia Vasca... y un sinfín de escritores, pintores y músicos: Carmelo Bernaola, Tomás Marco, el bilbaino Antón Larrauri, y muchos otros.

En su casa debía haber un cura y un músico, que por el lado musical se cumplió.

Así es. Nuestro padre y nuestra madre eran grandes aficionados a la música, es por eso que querían tener en la familia un cura y un músico. Lo del cura les salió muy mal, ya que todos nos hemos ido alejando de la Iglesia Católica, pero desde la adolescencia. Cada vez que uno de los hijos dejaba de ir a misa era un gran disgusto familiar. Pero el pianista músico salió, ahí salvé la papeleta de la descendencia artística y los deseos de mis padres. Hay que tener en cuenta que en aquella época [Aitor Amezaga nace en el 58], no era normal estudiar música ya que solo la aprendían las niñas, y a mí me tocaba ir a las clases de música por obligación, lo cual era muy duro. Aquí resalto el trabajo de mi madre, que hizo un gran esfuerzo para que yo no lo dejara en mis primeros años.

 

No obstante, abandona el conservatorio y descubre el rock, la música de la calle.

El Conservatorio de Bilbo lo dejé cuando tenía 17 años. Fue una adolescencia muy dura y en aquel momento decidí valerme por mí mismo e independizarme. Con 15 años ya vivía de la música, ganaba mi propio sueldo y tenía muchas actuaciones, algo que hoy en día es verdaderamente difícil, pero en aquellos años los grupos vivíamos única y exclusivamente de la música, no necesitábamos hacer ningún otro trabajo. Y por esta razón con 17 años decidí independizarme de mis padres, lo cual fue difícil y traumático para ellos, pero sentí que tenía que hacerlo y eso supuso dejar los estudios de piano y aprender a tocar el rock, lo que se hacia en la calle. Ese fue verdaderamente mi gran conservatorio, el de los grupos en directo, el de tocar en diferentes escenarios una semana sí y otra también, el de encontrarme con los problemas y con la vida real. Pasé mucho tiempo en los escenarios, de sala en sala. El primer grupo fue Lazy, con el que aprendí muchísimo y, sobre todo, lo que era ser un profesional. Tocábamos en salas como Moby Dick, Holiday, Garden Club y salas de Santurtzi y Barakaldo como Anaconda, Galos, El Delfín Blanco...

Pero su inquieto espíritu aventurero le lleva aún más lejos, de crucero.

Cierto, después de tocar con numerosos grupos me fui a tocar con una orquesta en un barco. Allí coincidíamos tres músicos de Bilbo y hacíamos cruceros desde Inglaterra hasta Canarias tocando todos los días. Curiosamente entonces pude tener un órgano Hammond, instrumento mítico y casi inalcanzable, sobre todo teniendo en cuenta que el precio de un Hammond era casi el mismo que el de un piso de aquellos años. Después vino la música vasca emergente con Estitxu, Gernika que editaban con la multinacional RCA, Urko... y decenas y decenas de nombres.

En su camino se cruzan Akelarre y Donostia, fundamentales.

Con 21 años me casé por primera vez. Tres años después Akelarre me llamaron para tocar con ellos. Antes ya había rechazado muchas ofertas importantes: Orquesta Mondragón, Hilario Camacho o Stinus, pero cuando me llamaron Akelarre no pude resistirme. Los ensayos eran en Zarautz y yo vivía en Sopela. Me tocaba hacer 200 km diarios para ensayar, lo cual me hizo replantear la situación y desplazarme a Donostia, lo cual hice en 1982, razón por la que acabé la carrera en el Conservatorio Superior de Donostia. Aprovechando después estos estudios podía hacer otros cuatro años de perfeccionamiento; es decir, 9º y 10º de piano. Con Akelarre aprendí más que con nadie. Hacíamos una media de 150 actuaciones al año, vivíamos de ello perfectamente y los montajes de Akelarre siempre han sido espectaculares, aunque estaban menospreciados por hacer dantzaldi. Mucha gente pensaba que eso era “baja categoría”, pero los dantzaldis de Akelarre eran espectaculares por el montaje, las luces, el sonido y los grandes músicos que había en esa banda... Cuando entré a la banda estaban Anje Duhalde, Markos Juaristi, Pako Díaz e Ina Goikoetxea. Fue un periodo muy importante, ya que marcó un hito y un salto de un Akelarre pequeño a un Akelarre de primera división.

 

Estudia con Arthur Berstein y consigue el Recital Certificate of Keyboards de Guidhall School Music of London.

Con 21 años retomé el estudio del piano. Terminé los cursos que me faltaban, acabé Superior y entonces fue cuando conocí a Arthur Bernstein gran guitarrista y profesor americano, del aula de jazz de Barcelona. Este profesor se desplazaba desde Barcelona todas las semanas para darnos clase. Impartía en una tienda de música que se llamaba Ederson, en el centro de la ciudad. En aquel momento pude descubrir la magia de las armonías del jazz, eso me capturó, pude entender otra forma de crear música, de armonizar práctica y eficiencia; y sigo siendo un estudioso del tema. El Recital Certificate of Keyboards de Guidhall School Music of London fue un examen para el que me preparé y en el que conseguí la máxima titulación. Fue muy divertido y muy nuevo para mí. Eso fue en los 90, después de haber dejado Akelarre. El examen lo hacían profesores ingleses que venían desde Londres y las pruebas eran muy sofisticadas; de hecho, no he vuelto a ver que se hagan en ningún sitio del Estado ni tan siquiera en Francia.

Con más de ochenta discos en los que ha participado, ahora es el tiempo de «Barruan» y su grupo de fusión.

Así es. “Barruan” es el espectáculo de música euskaldun que se verá este domingo en el Campos en clave sinfónica. Doy clases y toco en un grupo muy potente que fusiona rock y jazz sobre canciones de música vasca, se llama Trad/Fusion Band y ya tenemos un primer disco.