GARA Euskal Herriko egunkaria
CRÍTICA «La cura del bienestar»

El abominable doctor Volmer


D e un coche de alta gama bajan tres tipos con pinta de ser jefes de una maléfica corporación financiera. Delante de ellos se encuentra un joven desafiante. Este es un empleado de los primeros, pero no parece estar intimidado por ninguno de ellos. Ni por la diferencia de status ni mucho menos por saber que ha fracasado estrepitosamente en la misión que se le encomendó...

Esta escena está sacada de “La cura del bienestar” y tiene la virtud de reproducir, con una nitidez que asusta, la más que probable situación vivida por Gore Verbinski (director de la cinta en cuestión) cuando le tocó mostrar a los productores aquello en lo que habían estado invirtiendo tanto dinero.

Porque dígase ya, este filme es, en términos comerciales, un desastre... lo cual lo convierte, de rebote, y artísticamente hablando, en una auténtica delicia. Esta es, al fin y al cabo, una anomalía que le hace a uno recuperar la fe en la industria. La película nos presenta a un héroe entre locos al que se le da por, efectivamente, loco. Y precisamente a través de estas dos categorías se explica el que esta producción haya podido llegar a estrenarse. Gore Verbinski comete la demente heroicidad de tratar de colar la propuesta a una major... y van sus representantes, que tienen que estar sonados, y se la compran. Y la respetan... Y ahora mismo, deben de estar tirándose del pelo. Genial.

En apariencia, “La cura del bienestar” podría pasar por un homenaje al terror gótico, ese género en que Vincent Price llenaba la pantalla con su presencia. En efecto, así es, pero más en los elementos de base (el castillo, el doctor malvado...) que no en unas formas que se adueñan de todo el contenido. Sin sustos, ni mesura ni coherencia que valga. Verbinski tira de imaginario (propio y prestado) y de imágenes potentísimas, librándose al miedo por el miedo; brindando así una pesadilla húmeda al borde de lo experimental, hecha para pervivir en la retina.