APR. 25 2017 GAURKOA La única lucha derrotada es la que no se hace Tasio Erkizia Militante de la izquierda abertzale Es una constatación demostrada: la humanidad avanza por la confrontación e incluso enfrentamiento entre distintas partes. De las antítesis surge la síntesis, y de las contradicciones los puntos en común. Cuando estalla lo viejo, surge lo nuevo. Los nuevos estados de las viejas naciones, todas ellas, sin exclusión han surgido tras duros enfrentamientos, y en la gran mayoría de los casos, de cruentas guerras. Quisiéramos que fuera de otra manera, pero esa es la realidad. La historia de Euskal Herria no es una excepción. Y si en los primeros siglos de nuestra era los distintos invasores dijeron domuit vascones, a partir del año 1936 nos han repetido hasta la saciedad la expresión tan fascista utilizada para herirnos y humillarnos como el de «vencidos y desarmados». En muchos momentos y por distintas circunstancias nos han dado por dominados, pero hasta la actualidad nadie lo ha conseguido. Estos días se vuelve a repetir la misma cantinela: «derrotados»; «no han conseguido nada»; «han entregado las armas sin nada a cambio»... Y sin embargo, seguimos avanzando. De lo contrario, no les preocuparía tanto. Es un tema que merece algunas reflexiones. ¿ETA no ha conseguido sus objetivos? En parte es verdad esta aseveración, pero por otra parte, no se ajusta a la realidad. Evidentemente no ha cumplido el objetivo de que una delegación del Estado Español se sienta a la mesa con voluntad de negociar con ETA la ruptura democrática con el franquismo y en consecuencia no ha logrado que se reconozca el derecho a la Autodeterminación de Euskal Herria. Y tampoco ha conseguido negociar una entrega ordenada de las armas ni negociar una salida digna al tema de las presas y refugiadas. Es verdad. ¿Pero éstos han sido los únicos y más importantes objetivos por los que ha luchado ETA? La cerrazón de los estados ha convertido en imposible un desarme ordenado y acordado, lo que en cualquier país del planeta seria lógico y deseable. Pero está por ver si esa actitud tan cerril les va a resultar tan rentable políticamente, como ellos creen, para el futuro. De primeras, en el tema del desarme les ha salido el tiro por la culata. Lejos de escenificar una derrota policial como era la apuesta del Estado Español, para una parte importante de la ciudadanía ha sido la escenificación de una ETA que cumple su palabra, ayudado por la valentía y la imaginación de más de 173 artesanos de la paz. Una vez más, la iniciativa ciudadana ha podido más que la acción represiva del Estado. La determinación popular ha «obligado» a mover ficha a los Estados. Además, ha concitado una importante unidad de acción de muy distintos agentes sociales y políticos de toda Euskal Herria.Se ha ofrecido cobertura a un proceso de empoderamiento popular. Se ha funcionado como país, actuando con soberanía en nuestro proceso emancipador. Es más, aseverar que ETA ha sido políticamente derrotada es más un deseo que una realidad. No se corresponde con la realidad. ETA ha liderado el despertar de la conciencia crítica en una sociedad vasca atenazada por el miedo franquista; ha ayudado a tomar conciencia de que somos una Nación diferenciada con personalidad propia y con derecho a decidir libremente su futuro; nos ha enseñado que ser rebelde y combatir es el único camino para construir una sociedad solidaria e igualitaria. Y esa semilla va produciendo sus frutos y los producirá en el futuro. Sin olvidar en absoluto, que la violencia de ETA ha creado mucho sufrimiento y dolor. ETA nunca ha apostado por vencer militarmente al Estado Español. Ha combatido con las armas en la mano, pero no ha sido tan iluso como para pensar que militarmente se le podía ganar a todo un Estado español. Ha entendido como un complemento a las luchas sociales, laborales o políticas que impulsaban numerosos sectores y no como un frente autónomo que actuaba por su cuenta. Lo que ha impulsado la organización ETA ha sido una lucha política, social y también armada. Ya desde el 20 de octubre del año 2011 ETA anunció que dejaba la lucha armada, y lo abandonaba, entre otras razones poderosas porque miles de militantes de la izquierda abertzale pedíamos expresamente aunar todas las fuerzas en la lucha político-social, dejando de lado la estrategia político-militar. Y la entrega de las armas no ha sido más que la escenificación de una decisión política hace tiempo adoptada. Se han cambiado las formas de encarar la confrontación con el Estado español, pero con el convencimiento de que es posible lograr los objetivos de crear un Estado vasco socialista. Los objetivos son los mismos, también el camino es la lucha, único instrumento de liberación en manos de los pueblos y clases oprimidas. Se aborda el nuevo ciclo político con otras armas. El arma de la razón y la conciencia crítica. El arma de la confrontación, desobediencia y movilización general. Y la poderosa arma de la unidad de todos los sectores populares dispuestos a avanzar en las libertades democráticas de nuestro pueblo. ¿Camino fácil? Tan duro o más que el anterior, pero tan ilusionante y épico como los últimos 50 años. Frente a la Dictadura de Franco, algunos optaron por esperar, para una vez muerto el dictador recoger los frutos del autogobierno logrado gracias a duros años de lucha. ¿Los poderes militares y económicos centralistas aceptaron el nivel de autogobierno de las tres provincias Vascongadas o de Nafarroa gracias a las hábiles maniobras negociadoras o debido a muchos años de lucha? ¿Cuántas veces han utilizado los representantes del PNV la existencia de ETA para arrancar determinadas competencias, por ejemplo, la de la Ertzaintza? Esos mismos, frente a la fraudulenta transición, llamada democrática, optaron por sumarse al «consenso español» que ha derivado en una profunda crisis económica, política y ética del Estado en su conjunto. Y con ellos están arrastrando a Euskal Herria a la misma deriva. Los catalanes no usan las armas, han escogido el camino de la lucha mediante la acumulación de fuerzas, la masiva movilización popular y el de la desobediencia y confrontación institucional. No sé hasta dónde podrán llegar, pero es evidente que estan recorriendo el único camino que les permiten las instancias centralistas. Sin embargo, también en ésta ocasión, el PNV de Urkullu se alinea con el Estado para no hacer nada y convertirse en el ariete contra Cataluña. Una vez más, opta por la pasividad y la colaboración con el Gobierno Español de turno, esperando apuntarse el tanto, si logran abrir una brecha de aire fresco. Les he escuchado a muchos miembros del PNV, a pesar de la pérdida de los derechos socio-laborales de la mayoría trabajadora, decir con arrogancia: «A nosotros nos va bien». La lucha no resulta fácil en los momentos duros, ni tampoco es fácil mantener la dignidad. Es mucho más beneficioso para el «negocio» del Partido aprovecharse del esfuerzo ajeno. Apropiarse de Kutxabank y desvirtuar sus funciones de cara al país, vender una empresa levantada con el dinero público como Euskaltel a las grandes multinacionales, es un buen negocio particular o partidista pero la ruina progresiva para Euskal Herria. El futuro no es de los pusilánimes ni de los pasivos. Algunos hemos perdido algunas batallas pero seguimos avanzando, mientras que los que nunca luchan nos van arrastrando al abismo. Lo dicho: la única lucha derrotada es la que no se hace. Se han cambiado las formas de encarar la confrontación con el Estado, pero con el convencimiento de que es posible lograr los objetivos de un Estado vasco socialista. Los objetivos son los mismos, también el camino es la lucha. Se aborda el nuevo ciclo político con otras armas: la razón y la conciencia crítica; la confrontación, la desobediencia y la movilización general