MAY. 14 2017 CRÍTICA «Maravillosa familia de Tokio» El divorcio, ese nuevo comienzo Víctor ESQUIROL La segunda juventud de Yôji Yamada llegó hace cuatro años... cuando este superaba los 80 inviernos (y las 60 películas) en su haber. Con la presentación en el Festival de Berlín de “Una familia de Tokio”, este veterano director volvió a reivindicar su sitio en las agendas cinéfilas. Lo hizo con el respeto y la osadía de quien se atreve a acercarse a las Sagradas Escrituras, leerlas en voz alta y, si hace falta, transcribirlas. Al fin y al cabo, lo que implicaba aquella película era ni más ni menos que un remake de “Cuentos de Tokio”, del maestro Yasujiro Ozu, una de las piedras angulares en la historia de la cinematografía japonesa. Pues bien, aquella prueba de fuego se saldó en un éxito incontestable. En una deliciosa reivindicación del clasicismo fílmico, sobre todo en lo referente a la calma y precisión del trazo en el dibujo de una serie de personajes cuyas vivencias no precisaban de estridencia alguna para calar en el espectador. Dicho efecto se lograba a través de un muy afinado sentido realista-costumbrista a la hora de retratar unos sentimientos (ante la vida) en que era tremendamente fácil sentirse identificado. Ahora, para “Maravillosa familia de Tokio”, Yamada recupera aquella familia que le volvió a poner en el mapa, pero lo hace con un espíritu mucho más transgresor. La voluntad de preservar las esencias del pasado, mostrada en el anterior film, da un vuelco aquí con el inesperado e inminente divorcio de los abuelos. Un anuncio que revolucionará dicho colectivo, así como la propuesta cinematográfica del producto. Como si el mundo se hubiera vuelto loco: Yamada se libra al histrionismo y brocha gorda de la comedia de situación. Un tono efectivo en lo referente a provocar risas en el patio de butacas... pero contraproducente en el análisis de las siempre complicadas relaciones intergeneracionales, en el seno del marco delimitado por los lazos de sangre. Algo en lo que Ozu se excedía... y en lo que este Yamada, simplemente no.