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Interview
JUANJO MENA
DIRECTOR DE ORQUESTA

«Mis mejores veinte o veinticinco años aún están por llegar»

Juanjo Mena, quien fuera director titular de la Bilbao Orkestra durante nueve años, regresa hoy a Euskal Herria en uno de los momentos más dulces de su carrera. Mena ha debutado ya con muchas de las orquestas más importantes del mundo, y esta tarde llegará junto a la que es su orquesta titular desde hace seis años, la BBC Philharmonic de Manchester.


Tras su debut con la Orquesta Filarmónica de Berlín, en mayo del pasado años, el director de orquesta gasteiztarra Juanjo Mena ha recibido una lista interminable de premios y reconocimientos, desde el Premio Nacional de Música del Ministerio de Cultura español al Premio de la Oficina de la Música Vasca. Pero Mena, que comenzó al frente de la Orquesta Sinfónica de Bilbo, lleva años demostrando que su carrera es mucho más que una noche con la orquesta más famosa del mundo.

 

La última vez que GARA conversó con usted acababa de iniciar su titularidad con la BBC Philharmonic Orchestra de Manchester. Hace unos días acaba de anunciar que dejará la orquesta tras la próxima temporada. ¿Cómo han sido esto años al frente de la formación británica?

Si al principio de mi titularidad el ritmo de trabajo ya era exhaustivo, solo puedo decir que en los últimos años se ha incrementado aún más. La Filarmónica de la BBC es una orquesta muy preparada, con gran capacidad para hacer música desde el primer ensayo. Muchas semanas debemos ofrecer hasta tres programas diferentes, mezclando repertorio y solistas y, además, grabando o emitiendo en directo para la radio, por lo que no hay ni un minuto que perder. Cuando diga adiós el año que viene habrán sido siete años muy intensos, que me han exigido gran concentración para responder a la enorme presión que se ejerce sobre esta orquesta. Trabajar a ese ritmo te pasa factura, y tras hablarlo con sus responsables hemos llegado a la conclusión de que ya es el momento de cambiar.

 

¿Qué huella cree haber dejado en la Filarmónica de la BBC? ¿En qué dirección la ha hecho evolucionar a lo largo de estos años?

Sobre todo, hemos hecho un importante trabajo estilístico desde el principio, escogiendo cuidadosamente un repertorio que ayudara a la orquesta a mejorar en cuanto a detalle, colores, estilo, etc. Hemos tocado muchas sinfonías de Haydn y de Schubert, también Bruckner, siguiendo la huella de un estilo depurado y claro, con mucha atención a los balances, los contrastes y las dinámicas. Y, al contrario, hemos dejado de interpretar tanta música del segundo Romanticismo y posterior, donde hay mucho más poder sonoro (Richard Strauss, Shostakovich, etc.). Resumiendo, pienso que la orquesta ha ganado en finura, detalle y en conocimiento estilístico. Los músicos también valoran mucho mi acercamiento a música inglesa, quitando en muchos casos hábitos establecidos por los directores británicos y tratando de ser más fiel a lo que está escrito en la partitura, en vez de a la creatividad personal.

 

Esta tarde, en el Arriaga, van a defender un programa con música de Vaughan Williams y Elgar. No son compositores que se programan en exceso fuera de Gran Bretaña. ¿Ha aprendido a amar el repertorio británico durante su estancia en Manchester?

Sí. Estaba obligado a hacerlo y con quien mejor que junto a gente que lo conoce tan bien. En la última gira que hemos hecho por Alemania, Austria y Suiza, hemos llevado música inglesa y estoy muy orgulloso de cómo nos salieron, especialmente las sinfonías de Elgar, que son muy complejas y requieren un extraordinario virtuosismo de la orquesta, por eso apenas las programan las orquestas Europeas, fuera del Reino Unido. También he tenido que dirigir mucho Britten y Walton, y en el proceso he descubierto mucha música fantástica y casi desconocida. Prácticamente he triplicado mi repertorio en estos últimos años junto a la BBC, y estoy contento que, en gran parte, haya sido por la vertiente inglesa.

 

¿En su momento dijo que uno de sus objetivo era dar a conocer a los compositores vascos. ¿Ha podido hacerlo?

No ha sido nada fácil. La programación de una orquesta como la Filarmónica de la BBC es muy compleja porque se mueve por diferentes áreas territoriales y, en su vertiente radiofónica, tiene que coordinarse con todas las demás orquestas de la BBC en función de unas temáticas que se establecen para todas ellas. Logré programar la música de Guridi, sus “Diez melodías vascas” y “Una aventura de Don Quijote”. Vamos a grabar también un disco con música de Arriaga: la “Obertura de Los esclavos felices”, la “Sinfonía en re” y algunas arias de concierto. Pero al final no he podido hacer mucha más música vasca, porque no es fácil de vender al público de Nottingham o Leeds.

 

¿Qué etapa se presenta ante usted tras dejar la BBC? ¿Estará un tiempo trabajando como director invitado o buscará otra titularidad?

Estando con la BBC ya he recibido ofertas de orquestas norteamericanas, pero en mi cabeza no cuadraba la idea de ejercer más de una titularidad. También he ofertas de orquestas europeas, pero lo que me planteo ahora es tener tiempo para decidir. Quiero escoger muy bien a dónde iré, y de la misma forma que de la Orquesta de Bilbao a la BBC hubo un cambio muy grande, quiero que mi próxima titularidad suponga un salto cualitativo grande y sea con una orquesta que me permite hacer la mejor música posible. Sigo trabajando mucho como invitado con orquestas americanas como la de Boston, Nueva York o Cincinnati, también con escandinavas como la de Oslo o la de la Radio de Suecia, y en Alemania con la Filarmónica de Dresde. Son unas orquestas con las que podré hacer buena música durante unos, quizá dos o tres, mientras reflexiono y espero que a llegue la que sea mi nueva orquesta en el futuro.

 

En los últimos años ha protagonizado debuts muy sonados: con la Filarmónica de Nueva York, la Filarmónica de Berlín... ¿Cuál fue el punto de inflexión para su carrera?

Creo que fue dirigir en Baltimore y que, nada más debutar con ellos, me invitaran de nuevo a su temporada y a los cursos de verano. En America del Norte los mánagers están muy interconectados y, al poco de pasar por Baltimore, me llamaron para cubrir una cancelación de James Levine en Boston, y más tarde sustituir a Nézet-Séguin en Chicago. A partir de Baltimore fue todo como un efecto dominó. En el caso de Europa, que me nombraran principal director invitado de la Bergen fue mi mayor referencia. El mánager que me fichó para la BBC me vio en Bergen y me abrió la puerta del Reino Unido, donde no había actuado hasta ese todavía. Mi carrera está llena de pequeños casualidades como estas, pero que haya podido aprovecharlas son producto de los nueve años que pasé trabajando con la Bilbao Orkestra y todo el repertorio que aprendí con ellos.

 

¿Siente alguna preferencia entre las orquestas europeas, americanas o de algún otro lugar?

Las orquestas americana (también las de Montreal y Toronto), tienen algo en común con las orquestas británicas, que trabajan a un ritmo rapidísimo y tienen un gran nivel de lectura. Te dan muy pocos ensayos, pero la gente llega a ellos muy preparada. En Escandinavia también tienen muy buena lectura pero además mucho más tiempo para trabajar, habitualmente cuatro ensayos de cuatro horas. Esto te permite llegar muy al detalle y crear. Sin embargo, con algunas orquestas alemanas las primeras lecturas no son tan buenas; ellos quieren que les digas cÓmo tiene que ser todo, desde el principio. Es un planteamiento muy diferente. Y luego están Italia, Francia o España, donde hay una manera más latina de hacer las cosas. El músico quiere aportar mucho individualmente y esto hace que la disciplina de grupo, a veces, no sea tan sólida. Por último, cuando llegué para trabajar a Tokio me encontré con una orquesta de ejecución perfecta pero que no sonaba, no tenía impulso, y tuve que trabajar con ellos en la expresividad. Al final, cada orquesta es una reflejo de la sociedad a la que pertenece.

 

Desde su perspectiva global actual, ¿qué cree que necesitaría la música clásica en Euskal Herria para avanzar en una mejor dirección?

Quizá uno de los mayores errores en Francia, Italia o España, y que también afecta a Euskal Herria, es la gestión de las orquestas, los profesionales que las llevan. La influencia política en su elección es demasiado grande y eso nunca puede ser bueno. La principal razón por la que me fui de Bilbao es porque constantemente me encontraba obstáculos administrativos para sacar adelante mi proyecto. En el Reino Unido, por contraste, los mánagers tienen criterio y un control absoluto sobre todo lo que concierne a su trabajo. Por otra parte, a las orquestas vascas les convendría tocar más música diferente. En Bilbo e Iruñea hacen un programa semanal, y la Orquesta de Euskadi uno cada dos semanas. No creo que esa dinámica sea buena buena para los músicos, que necesitan estar siempre muy activos para dar lo mejor de sí mismos.

 

¿Cómo ha encajado la cantidad de premios y reconocimientos que le han dado por aquí últimamente?

Lo primero que siento es preocupación, porque los premios se los dan a uno cuando ya está un poco para el otro lado. En ese sentido, me doy cuenta de que me estoy haciendo mayor. Por otra parte, la mayoría de los premios que me han dado en los últimos meses han derivado de mi debut con la Filarmónica de Berlín, que tuvo mucha repercusión en los medios de comunicación. Afortunadamente, esta presión mediática me ha llegado cuando ya tengo una edad, si me hubiera pasado de joven podría haber sido una catástrofe, como les ocurre a muchos directores jóvenes que se hacen famosos de la noche a la mañana y que luego, por inexperiencia, no pueden responder a lo que se espera de ellos. Yo estoy ya en un punto de madurez pero mis mejores 20 o 25 años están aún por llegar, porque ahora miro y entiendo las partituras mejor que nunca.