Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Guardián y verdugo»

La pena de muerte en una variante folletinesca

El material que tenía entre manos Oliver Schmitz ya resultada de por sí un tanto farragoso ya que, amparado en la recurrente, efectiva y muy pocas veces verídica coletilla de “Basado en hechos reales”, topamos con las vivencias de un funcionario de prisiones sudafricano cuya labor consistía en acompañar a los presos condenados a muerte a su lugar de ejecución y cuya vida dará un giro completo en cuanto sea acusado de haber asesinado a siete negros en mitad de una trifulca de tráfico. Llegados a este abracadabrante enroque topamos con las intenciones muy poco saludables de un autor que coloca al verdugo en un rol de víctima y lo edulcora hasta tal punto que lo que podía ser mínimamente creíble acaba por ser un completo disparate. Si en las intenciones primarias de Schmitz figuraba subrayar lo terrible que resulta la pena de muerte, ello queda empañado por culpa de un discurso folletinesco cargado de subrayados emocionales gratuitos y éticamente muy discutibles que son escenificados en el proceso judicial que acapara el interés de todo el conjunto. En este envoltorio tan recurrido por el cine topamos con un Steve Cougan que se ve en la muy difícil tesitura de meterse en la piel del abogado defensor del funcionario de Pretoria mientras enarbola un discurso que incide en lo mal que lo pasó este hombre atrapado dentro del temible engranaje político y carcelario de Sudáfrica.

En mitad de este desbarajuste asoma de entre lo peor del filme las secuencias del guiñolesco superior del acusado y que potencian el lado maniqueísta de todo el conjunto. Todo ello sitúa este filme más cercano a “La milla verde” de Frank Darabont que a la referencial “A sangre fría” que Richard Broks filmó basándose en el no menos magistral original literario de Truman Capote.