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CRÍTICA «Money»

Un guiño a los clásicos de serie B


La carrera de Martín Rosete en el formato corto resulta apabullante, sus vitrinas están repletas de galardones cosechados en multitud de certámenes internacionales en los que a demostrado una solvencia innegable. Todo ello tuvo su punto de arranque en los estudios que cursó en San Antonio de Baños, en Cuba, y en la New York Film Academy, dos prestigiosas instituciones que han sido cantera para numerosos cineastas jóvenes. En el caso de Rosete su salto al formato largo se ha hecho esperar y, a pesar del indudable talento que atesora y si bien ello puede ser achacado a la rácana producción estatal, tal vez cabría pensar que el propio Rosete ha calibrado muy mucho este tan atractivo como peligroso salto y no se ha decidido a darlo hasta tener todo atado y bien atado. Todo ello se intuye en este interesante debut que, al contrario de otro tipo de opciones que manejan multitud de autores noveles que bordean peligrosamente el abismo con películas demasiado pretenciosas. Todo lo contrario ocurre en “Money”, un aplicado ejercicio artesano enraizado en la siempre denostada serie B. El planteamiento de este thriller sobre «perros encerrados» o «acorralados» que si bien podría recordar en sus intenciones primarias a la angustia sobrecogedora de “Funny Games” del pérfido Haneke o a las inquietudes originales de Tarantino, topamos en esta ópera prima con algunos elementos más que destacables, sobre todo en lo concerniente a un tempo muy bien medido que se traduce en la tensión que emana de un único escenario, la casa de un millonario que acogerá un plan cuyo desarrollo tendrá una variación imprevista. Filmada en Estados Unidos, esta modesta producción sabe aprovechar al máximo cada uno de los resortes del thriller primitivo que no requiere de grandes explosiones o persecuciones frenéticas y que basa toda su potencia en sacar el mayor rédito posible tanto a la trama como a sus personajes.