Adivina quién te invita a cenar esta noche
Si algo aprendimos de la saga “Los padres de ella”, es que el terror y la comedia casan la mar de bien. Lo que para el pobre Ben Stiller era repetir, una y otra vez, el episodio más espantoso de su vida, para el espectador, que se lo miraba todo desde la comodidad de la distancia, era la excusa ideal para partirse de la risa. Entre los extremos de una reacción y de la otra, encontrábamos la misma experiencia: esa especie de rito iniciático en la vida adulta, consistente en la obligación asumida de entenderse con los suegros, esos seres extraños y generalmente hostiles a los que, no obstante, tanto la sociedad como ese ser al que tanto amas, te obligan a establecer con ellos un vínculo afectivo que, al menos a primera vista, se antoja como totalmente antinatural. Agua con aceite. Blanco sobre negro... o viceversa.
Añadamos a esta volátil mezcla el aún más volátil ingrediente de las tensiones raciales y el resultado nos sitúa en la angustia de los universos paralelos. Dos posibles resultados: o una de las comedias más celebradas de los 70 (“Adivina quién viene a cenar”)... o una de las grandes sensaciones en lo que va de 2017, es decir, una de las cintas de terror más estimulantes de los últimos años, para nada exenta, eso sí, de esas dosis de carcajadas requeridas por la propia ocasión.
El debut en la dirección de Jordan Peele es un nítido reflejo de sus orígenes cómicos en el show business, base juguetona a partir de la cual construye un escalofrío destinado a desnudar, como no la habíamos visto nunca antes, la convivencia entre el hombre blanco y el negro. Ese poco creíble pacto de no-agresión que ni toda la –aparente– simpatía de la era Obama ha conseguido borrar su reverso más oscuro. Al contrario, no ha hecho más que acentuarlo. Para muestra, esta estupenda invitación al patio de atrás (o subconsciente) de los nuevos Estados Unidos, ese perverso, espeluznante, violento y sí, divertidísimo melting pot.