MAY. 24 2017 CRÍTICA «DANCER» Tatuajes en movimiento y sangre en los pies Koldo LANDALUZE Sangre y sudor. Todo ello capta al detalle este excelente documental británico que disecciona la ascensión, caída y posterior redención del célebre bailarín ucraniano Sergei Polunin. Considerado un auténtico enfant terrible de la danza, Polunin resume en su periplo vital y profesional el arquetipo de la estrella que nació en el seno de una familia muy humilde, que tuvo que realizar todo tipo de sacrificios para que su hijo viese cumplido su sueño de triunfar en el durísimo y sacrificado mundo de la danza. De manera fulminante llegó a ser el bailarín solista más joven del Royal Ballet de Londres y, acariciada la cumbre del éxito, los demonios personales del protagonista le invitaron a que coqueteara con el precipicio de la autodestrucción. El musculado cuerpo de Polunin albergó tatuajes que lo señalaron como el “chico malo” de la danza clásica, una leyenda que el propio bailarín alimentó con sus explosivas declaraciones y sus representaciones espoleadas por la cocaína. De todo ello se habla en este documental de Steven Cantor que afila al máximo a la hora de aportar todo tipo de información que se nutre de una gran cantidad de material filmado en torno al personaje central y que incluye en su muestrario secuencias tan demoledoras como las que captan varias actuaciones de Polunin en shows televisivos rusos de tercera fila. Dinámico en su montaje, este proyecto seduce al espectador porque atrapa la esencia de su protagonista en secuencias tan contundentes como ese movimiento de cámara que descubre la propia personalidad de Polunin a través de unos pies completamente amoratados y ensangrentados tras finalizar una representación. Otro elemento a tener en consideración es que no se trata de un proyecto diseñado para exclusivo deleite de los amantes de la danza, ya que su perspectiva incide en la radiografía íntima de un personaje retratado con pulcritud.