MAY. 26 2017 TEMPLOS CINÉFILOS De viajes y alucinados Víctor ESQUIROL Con apenas dos días restantes en la carrera por la Palma de Oro, el programa nos sorprendió con dos firmes candidatos a coronarse. El primero, Sergei Loznitsa, quien después de haber relanzado su carrera en el documental, decide regresar a la ficción, entendida ésta en todas sus posibles acepciones. El director bielorruso apuesta fuerte por el formato, llevándolo hasta las últimas consecuencias, y acierta de lleno. “Krotkaya” es una libre adaptación de “La sumisa”, un relato breve de Dostoyevski centrado en las penurias de una mujer, casi todas ellas ocasionadas por su tiránico marido. En la película, este ultimo personaje se convierte en poco más que un Macguffin. Un pretexto para llevarnos hacia donde Loznitsa realmente le importa. Cuando nos hemos querido dar cuenta, estamos en medio de un sueño (o pesadilla) del que no se puede escapar. El viaje es a “la Madre” de todos los subconscientes, al alma de Europa del este, ese páramo suspendido en el tiempo y en una borrachera infinita de fiestas, violencia y corrupción generalizada. Como si al mejor Kustutica le hubiera dado por hacer un fresco social de Rusia. Así de loco, de desmesurado, de febril. Así de genial. Y cuando pedíamos tiempo para recuperar el aliento, entraron en escena Ben y Joshua Safdie, y nos golpearon con la que, de momento, y de largo, ha sido la mejor película vista este año en la competición de Cannes. “Good Time” está planteada a modo de odisea urbana nocturna, como lo fue, por ejemplo, la “¡Jo, qué noche!” de Martin Scorsese. Como en aquella, se impone el desenfreno y la imprevisibilidad. Después de un frustrado atraco a un banco, un ladrón (estupendo Robert Pattinson) intenta rescatar a su hermano de las zarpas de la policía. Para ello, tendrá que trapichear con la fauna neoyorkina más variopinta. La sinopsis y el título no engañan: la película es divertidísima, pero lo que la hace realmente grande es el poso humano. No es causal que sus protagonistas recuerden tanto a los de “De ratones y hombres”. El espíritu de Steinbeck se moderniza y se estiliza en este poema visual cuyas rimas las componen los renegados de Estados Unidos. Aquellos seres desfavorecidos que se pelean entre ellos y contra un sistema que les ha dado la espalda. Tan brutal y desgarrador como suena. Los Safdie, incorruptibles con respecto a su propuesta cinematográfica, proponen un viaje alucinado y, claro, alucinante. Una cinta de aventuras con conciencia y alma. Impresionante en una esfera formal dominada por la cercanía del primerísimo primer plano y por la lisergia de las luces artificiales. Dolorosa y entrañable en su sincera y desafiante (para nosotros) mirada hacia esos “ratones”, cuya lucha por la supervivencia nos proporciona tantos buenos momentos. Permiso para sentirse incómodo. Y para aplaudir a rabiar.