Auge y caída de un cineasta peleado consigo mismo
Hará diez años, Joseph Cedar, realizador israelí de nacimiento estadounidense, empezó a hacerse un nombre en el panorama cinematográfico internacional gracias a “Beaufort”, drama bélico sobre la guerra del Líbano que conquistó el Oso de Plata a la Mejor Dirección en el Festival de Berlín. Su siguiente largometraje, “Pie de página (Footnote)”, iba a suponer el salto cualitativo exigible, al presentarse este en la competición del Festival de Cine de Cannes, concurso en el que tuvo una acogida tibia por parte de la crítica... pero más cálida por parte de un jurado que le otorgó el Premio al Mejor Guion.
Después de esto, nada. O para ser justos, la película que nos llega esta semana, la cual tiene el morbo entre-líneas de hablarnos de un personaje que experimenta, en un breve lapso de tiempo, el acelerón y posterior bajón más contundentes en su vida profesional... la cual está estrictamente relacionada con su existencia, en general.
No es spoiler, es el planteamiento del film, plasmado este en su título original, y en una trama siempre alimentada por el contraste entre la esperanza de la victoria y la amargura de la derrota, ambos destinos igualmente angustiosos. Joseph Cedar vuelve a moverse con habilidad entre el ingenio y lo ingenuo, revistiendo de aire de cuento didáctico una historia que emana un profundo poso de tragedia existencial. Conflicto plasmado magistralmente en un texto que entiende la necesidad enfermiza que a veces tenemos por sentirnos importantes. La lástima es que la puesta en escena de Cedar vuelve a adolecer de una sobrecarga de cosmética. El director hebreo se libra en exceso a una serie de recursos visuales y narrativos que más que embellecer el resultado final (que un poco sí), entorpecen la transmisión de su potente mensaje. Delante de las cámaras queda el carisma de Richard Gere, y poco más.