Raimundo Fitero
DE REOJO

Digresiones

Sale barato ponerse cinco minutos frente a la pared, mirar el dibujo del papel, los granitos del gotelé o las serigrafías de los humos incrustados en ese blanco quirúrgico que un día se puso de moda, y pensar. Libre pensamiento, un yoga patibulario, una manera de engolfarse con los ruidos orgánicos de tu cuerpo, ese sonido imperceptible de las órbitas de tus ojos buscando una mosca sorda. Y no sacar conclusiones, sino dudas. Sin fin, una montaña rusa de digresiones, un parque temático de la configuración de tiempo muerto.

Después de esos minutos de mismidad reviento mandos, calcino pilas, quemo ruedas de la silla del escritorio y paseo por un centenar de programas en todos los canales a mi alcance. Y juraría que en un buen número de ellos se nota una búsqueda de otras narrativas audiovisuales, apuestas por formatos muy bien construidos y cuyos contenidos escapan del tridente de la alienación: Fútbol-Trump-Corrupción. Podríamos convenir en que probablemente hay dos lanzas sustituibles: Catalunya y La Pantoja. Siempre con música de  “Despacito”.

Lo que da caudales de audiencia está claro donde se produce, pero sin entrar en asuntos muy especializados, van apareciendo hasta en los generalistas programas de investigación, reporterismo a la vieja usanza, que buscan otra relación, pero  se quedan siempre muy atrás en las audiencias. Y entonces entro en el bucle, en esa duda metodológica: ¿Es posible una televisión de calidad, hecha con rigor, para públicos minoritarios? Fue un eslogan de La 2, “para inmensas minorías”. ¿Será más fácil que suceda en la televisión de pago o en la institucional? Es que veo a Cárdenas en la primera estatal insultando y en La Sexta, que es privada una entrega de “Dentro de...” en esta ocasión en el Congreso de los Diputados que me gustó mucho, y me confundo.