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JO PUNTUA

Pobres


Debéis estar hartos, ¿no? Los hombres, digo. Con tanto debate estéril en torno a cada una de vuestras decisiones más íntimas y personales. No sé cuántos textos he leído ya sobre la depilación masculina y si tenéis derecho a quitaros el vello del pecho o la espalda con normalidad o estáis cayendo en el mandato patriarcal del culto al cuerpo. Y qué os voy a decir del calzado con tacón que vosotros no sepáis. Que si las botas de tacón son un vestigio de la ropa militar, que si es malo para la salud, que si perpetúa el ideal de belleza masculino del hombre alto, que si no serán todavía peores los tacones invisibles estilo macho-beta-autoritario-tipo-Aznar… interminable.

Y eso por no hablar de la normatividad del vestir, ¡qué hartura! Que si los hombres tenéis un ideal de moda estrechísimo en el que no cabe la variación, que si venga a cuestionar la inmovilidad del ideal masculino, que si las mujeres bien que se ponen pantalones pero vosotros nunca os atrevéis a poneros falda… qué cansados tenéis que estar de tanto ruido.

Ah, ¿cómo? ¿Que no hay artículos cuestionando las decisiones que tomáis los hombres como si fuerais personas eternamente inmaduras, tullidos en el espectro del género, incapaces de gestionar con responsabilidad los mandatos patriarcales en los que os han criado? ¡Qué envidia! Yo no puedo esperar a dejar de leer artículos sobre hasta qué punto cada una de las decisiones que tomamos las mujeres nos convierten en esbirras del patriarcado, especialmente si esas decisiones nos acercan a –digamos– la feminidad tradicional. Que la mayoría de esos textos estén escritos por mujeres demuestra lo resiliente de nuestro auto-odio, pero no por eso resulta más fácil de digerir.

Personalmente, prefiero cultivar y acercarme a otros feminismos. Los que defienden las decisiones de las mujeres, sus elecciones y sus maneras de vivir. Los que me miran de igual a igual, los que me sanan, los que me liberan, los que me defienden, los que me celebran. Los que creen profundamente en mí y en las infinitas posibilidades de mi feminidad.