Pablo CABEZA
BILBO

Havoc presenta «Amado líder», binomio cósmico de pop y rock

Pedro Gracia Pérez de Viñaspre es Havoc, músico donostiarra que comienza a emplearse a fondo en 2005. Dos años más tarde debuta con «In the nick of time» como PLV Havoc. Transcurre un decenio, deja nuevas obras, queda atrás el inglés, el contacto con el folk-rock, se deshace de PLV y ficha con Subterfuge, al inicio con Warner. «Amado líder» es su nuevo álbum, una hermosa tormenta de pop, rock y ozono. Lo presenta mañana en Kafe Antzokia de Bilbo.

Las introducciones son letra gruesa intentando situar al artista, es la sal gorda que se utiliza en cocina. Pero luego son obligatorias las acotaciones. Situar a Havoc no es sencillo más allá de la descripción arquitectónica de su sonido: una singular mezcla de pop vocal, melódico y delicado y un fondo rudo y rugoso asido al rock, aunque no por sistema. Havoc es esta dualidad, bien marcada en la hipnótica “Explicarnos”. El planteamiento funciona de manera espléndida. Havoc crea espirales, duelen los músculos por la tensión generada, pero hallan su momento de relajo con los silencios, las desaceleraciones y la volatilidad de su entonada voz.

También muda su capa vocal puntualmente para sonar un poco más abrupta, como en la sobresaliente y díscola “Sabotaje”, donde, además, la carga de las distorsiones queda mitigada por una poderosa envoltura rítmica/atmosférica, con sintes, y de estribillo adherente. «Es posible que ‘Sabotaje’ sea la rara avis del disco, pero de algún modo tenía fe en esa canción y creo mágicamente que está siendo una canción muy destacada. Como autor tiendo a llevar ciertas formas al límite. Tengo la inmensa suerte de tener a Yon Vidaur para poner genio y cordura a todo esto», matiza Havoc, el nombre de un solista con banda que repite.

En otro extremo, pero dentro de un álbum coherente, se encuentran canciones tan sutiles como “Cosas”, “Siberia”, “La chica del tiempo” o “Flúor”. La primera es frágil como el tallo de un jazmín. En las dos últimas Havoc nos familiariza con el estilo vocal de uno de los interpretes más grandes de la historia, Morrisey. No todo “Amado líder” es una querencia hacia el vocalista de Lancashire. Tiñe como un arándano, pero Havoc se mueve con libertad entre la cultura asimilada y su deber de cambio. Lo muestra en dos composiciones destacables, “Será”, que suena a perfecto single universal, muy pop, y “Oh, Master!”, que sin ser acústica suena hialina a pesar de las distorsiones.

«The Smiths es una de mis bandas favoritas, y soy grandísimo fan de Morrisey. Es un mérito que no se me note mucho, ¿no? Jaja… Es cierto, hay un guiño vocal a Mozz, pero debe ser pequeño, pues poca gente lo comenta. Bien visto».

En este punto entra en juego la producción del disco, la suma de arreglos, la toma de decisiones entre infinitas posibilidades. Havoc cuenta con menos rever en la voz que en su disco anterior; contrasta su voz de brisa con guitarras a veces sucias, distorsionadas, en una cuestión quizá de eficacia energético/emocional para el directo, quizá para que, en tiempos de dinamismo, las canciones no queden demasiado íntimas; desaparecen casi los teclados ochenteros... Decisiones que no suponen una dependencia de los tiempos, sino reflexiones entre músicos, por eso graban “Cometas” o “Explicarnos” (impecables), tan popis como rockeras, casi sicodélicas, un aspecto que flota en más composiciones. Legados, incluido el retroceso de los teclados, que convierten “Amado líder”, sarcástico título, en su disco perfecto.

«Creo que un poco de miedo siempre viene bien, pero lo suplo con bastante inconsciencia. Pienso que un autor está obligado a evolucionar, algo que no siempre, más bien diría en contadas ocasiones, es aceptado de buen grado por el público. Luego el tiempo pone a todos en su sitio. A todos nos vendrá algún nombres a la cabeza. Es posible que el cambio siempre de más miedo a los demás. En cada momento he intentado hacer el disco que creía que tenía que materializar con las herramientas que en cada momento he tenido a mi alcance. Intentando resolver los conflictos de la manera más artística y útil posible (si es que útil y artístico no son términos antagónicos). En este constante caminar uno no sabe exactamente a dónde va (me compadezco un poco de la gente que lo tiene todo muy claro) y ahí es dónde considero que está la magia de todo esto».

«La elaboración de este disco –añade– ha sido realmente dura. Suelo decir que se trata de un pequeño milagro. El año pasado fue complicado para mí en lo personal, lo cual afectó a mi rutina compositiva. Por otro lado, sentía la necesidad de hacer un disco enorme y especial. No todo fue sobre ruedas, solo Yon y yo sabemos lo difícil que ha sido darle forma a este ‘Amado líder’, lo cual consigue que, de algún modo, sintamos que este disco es especial. Sin olvidarme de JM Lluch y de Andoni Etxebeste, sin ellos este disco tampoco hubiese sido posible».

Havoc continúa con su punto misántropo. El desamor persiste. “¡Oh, Master!” parece un rapapolvos a un teórico creador y/o una historia con mensaje personal: «Lucho a diario para que no me devore. Si, aborrezco gran parte del mundo que me rodea, pero también me acompañan algunos de los seres más maravillosos y especiales que puedas imaginar, supongo que compensa. Me encanta eso que dices de “¡Oh, Master!”, pues es exacto. Empezó como una cosa que se convirtió en otra, para pasar a ser las dos a la vez».