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MOCIÓN DE CENSURA A MARIANO RAJOY

NO HAY MAYORÍA ALTERNATIVA A LA ESPAñA DE MARIANO RAJOY

LA MOCIÓN DE CENSURA A MARIANO RAJOY TUVO LOS RIFIRRAFES PREVISIBLES Y EL RESULTADO CANTADO DESDE EL INICIO. Y SIRVIÓ PARA MOSTRAR QUE EN EL CONGRESO PUEDE HABER MAYORIAS SUFICIENTES PARA HACER REFORMAS INCLUSO DE LAS QUE PEDÍA EL 15-M, PERO QUE NO LAS HAY PARA CORREGIR LA ESPAñA UNA CONSAGRADA POR EL RÉGIMEN DEL 78.


Resumen de dieciséis horas y media de moción de censura:

Cara: Nadie salvo el PP es capaz de apoyar en público al PP. Cruz: el PP seguirá gobernando (y por largo tiempo).

Cara: Pablo Iglesias tiene un discurso que en algunas materias puede articular mayorías alternativas. Cruz: Los errores tácticos a la hora de gestionar sus ideas le impiden trenzar complicidades suficientes. El apoyo de ERC y EH Bildu a la moción fue más contra el PP (y su España) que a favor de Iglesias.

Cara: Se entrevé un deshielo entre PSOE y Unidos Podemos que pueden hacer factibles acuerdos en el futuro. Cruz: Pero en una cuestión sustancial y de fondo como es el referéndum de Catalunya, el PSOE dejó claro ayer que estará con el Gobierno del PP apoyando cuantas «medidas legales» se adopten para impedir cualquier iniciativa que contribuya a «romper» España.

Cara: Hay discursos que suenan bien. Cruz: Seguimos como siempre.

«Esperar décadas»

En la sesión del martes de la moción de censura, la portavoz de EH Bildu, Marian Beitialarrangoitia, le preguntó al candidato a presidente del Gobierno por Unidos Podemos «cómo piensan ustedes democratizar el Estado para que su defensa de la plurinacionalidad se pueda llevar a la práctica». Le recordó que la Constitución del 78 se forjó para «para preservar a cualquier precio y por la fuerza, si hiciera falta, la unidad de España». Y concluyó que «ustedes saben tan bien como nosotras que esperar a que se conforme una mayoría que posibilite un cambio en la Constitución es esperar décadas, en el mejor de los

casos».

Pablo Iglesias le respondió: «Permítame que le haga, con todo el cariño, una pequeña crítica. Creo que ustedes, a veces, han despreciado demasiado la capacidad de cambio del pueblo español, como si las sociedades solamente estuvieran dispuestas a dar pasos en un sentido progresista en el País Vasco o en Cataluña. Del mismo modo que ustedes son vascos, patriotas y se sienten orgullosos, yo soy español y demócrata y estoy orgulloso de mi patria. Le aseguro que este es un gran país que va a cambiar, que va a avanzar contra la corrupción y que va a lograr abrir una vía constituyente para reconocer una cosa fundamental de nuestro país: la plurinacionalidad».

La afirmación de Pablo Iglesias se puso ayer a examen. Los Ciudadanos de Albert Rivera no parecen formar parte del «gran país» que va a avanzar hacia la plurinacionalidad, puesto que ayer su líder dejó claro en la tribuna de oradores que «el derecho a dividir no existe», y le preguntó al líder de Unidos Podemos: «¿No será usted la persona útil que han encontrado Puigdemont, Junqueras y Batasuna para demoler este país?». Según Rivera, defender la «unidad» de España es ompromiso ineludible de cualquier aspirante a presidente del Gobierno.

Vayamos al «nuevo PSOE» al que elogió Pablo Iglesias y que ayer estrenaba portavoz, José Luis Ábalos. Hubo en el tono de ambos un intento de tejer complicidades y no hacerse daño (al menos mucho). Quedó abierta la posibilidad de acuerdos de futuro. Acuerdos en todo menos en un tema. ¡Exacto! El derecho a decidir. «¿España es para usted algo superior y diferente a 17 comunidades autónomas? ¿Tiene España identidad propia? El Estado español, ¿tiene territorio o es sólo un entramado administrativo de gestión?», le inquirió Ábalos a Iglesias, antes de dejarle claro el «compromiso» del PSOE con «cuantas medidas legales se adopten para seguir cumpliendo la ley e impedir cuanto contribuya a romper España y el Estado de Derecho. No entendemos Cataluña sin España ni España sin Cataluña».

Así que el Ciudadanos de siempre y el «nuevo PSOE» están de acuerdo con el PP en que hay que hacer que se cumpla la ley frente al «más descarado ataque a la democracia» –palabras de Ábalos– que es el proceso catalán. Como dijo Mariano Rajoy el martes, «para mí, España es un proyecto compartido de vida. A los españoles nos une nuestra historia, nuestra cultura, nuestras vivencias, las relaciones personales que unen mucho, pero sobre todo nos une nuestra voluntad democrática de vivir juntos. Fuimos nosotros, los españoles, quienes decidimos en nuestra Constitución lo que queríamos ser y cómo queríamos convivir, los que firmamos la unidad de la nación, la soberanía nacional, la igualdad de todos y nuestros derechos fundamentales como personas y como ciudadanos».

Y, hoy por hoy, como ha quedado claro en este debate, esa España de Mariano Rajoy es la triunfante, porque incluso las teorías federales del «nuevo PSOE» pasan por supeditar la mayoría democrática de las ciudadanías de Catalunya o Euskal Herria a la aplastante mayoría demográfica de la ciudadanía española.

Todo según el guión

Así que si en cuestión de unidad patria hubo pocas sorpresas, lo mismo se puede decir del resto del debate. Albert Rivera y Pablo Iglesias se trataron como enemigos íntimos y personales, pasando de las citas a los insultos más o menos envueltos en cierto maquillaje intelectual, con un pueril intercambio de invectivas sobre la pronunciación de Albert Camus y Jordi Solé Tura.

El portavoz interino del PSOE, José Luis Ábalos, hizo méritos suficientes para que después del congreso del partido de este fin de semana, el nuevo secretario general, Pedro Sánchez, le confirme en el cargo. No solo tuvo que hacer equilibrios entre su abierta censura al PP y su negativa a investir a Pablo Iglesias, sino que estuvo contenido para no ofender a los sectores del electorado fronterizo entre su partido y Podemos, y además supo dar con el tono adecuado para satisfacer a todos los sectores de la bancada del PSOE, que le ovacionaron con entusiasmo.

Ábalos centró buena parte de su primera intervención en «dar caña» al PP, y anunció que la próxima semana presentarán una propuesta de reprobación del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, recientemente corneado por el Tribunal Constitucional por su «amnistía fiscal». Y en su debate con Pablo Iglesias, dejó puentes tendidos para futuros encuentros, salvo en lo ya mencionado sobre la unidad de España.

El portavoz del PP, Rafael Hernando, desgraciadamente, tampoco defraudó a los suyos, que jalearon y acompañaron sus intervenciones más propias de una discusión de taberna que de la tribuna de oradores de un Parlamento. Hernando consiguió que el debate acabara con cruces de improperios no solo entre las bancadas de Unidos Podemos y el PP, sino también con parte de las tribunas de invitados. Pero a los diputados y diputadas de su partido les gustó, así que antes de la votación se hizo un paseíllo subiendo las escaleras entre sus escaños para recibir abrazos, besos y felicitaciones.

Un dislate. Como resumió Mariano Rajoy, «todo su proyecto político se resume en un máxima: cuanto peor, mejor para todos... cuanto peor para todos, mejor; mejor para mi –el suyo– beneficio político».