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CRÍTICA «Júlia ist»

Un viaje de ida sin vuelta


Cuando Elena Martín, directora, guionista y protaognista de la película que nos ocupa, nos habla de Júlia, en realidad lo hace de ella misma. De las experiencias que vivió cuando tenía 21 años (de esto, por cierto, hace tan solo una olimpiada); de ese rito iniciático de la juventud llamado Erasmus. “Júlia ist” empieza como lo hacen todas aquellas partidas cuyo regreso no se sabe cuándo ni cómo va a llegar... si es que este va a producirse realmente. En el coche, con su familia, la chiquilla refleja en su mirada y su actitud, el amalgama de sensaciones por el que está pasando. Por una parte, ilusión por esta nueva vida que va a empezar; por otra, miedo a lo desconocido.

A Berlín, vaya, esa ciudad tan acogedora... pero a la vez tan intimidante a primera vista. El debut de Elena Martín detrás de las cámaras es una especie de autobiografía filmada. Un viaje de ida sin regreso porque ahora, con perspectiva, sabemos que hay determinados viajes de los cuales no se vuelve. Dicho de otra manera: Júlia va de Barcelona a Berlín, y de ahí a Barcelona. Al final de dicho trayecto, sin saber bien cómo, se ha convertido en otra persona. En una que ve con ojos distintos el hogar y la gente que la vio crecer. Será que se ha hecho mayor; será que por el camino ha ido acumulando una serie de experiencias que le han hecho cambiar la percepción que tenía del mundo.

Es trascendental, y la película, como no podía ser de otro modo, acaba siéndolo. Pero lo consigue (y ahí está la clave de su éxito) sin forzar el tono, ni mucho menos la gravedad. Apoyándose en un trabajo fotográfico precioso y en unas actuaciones que desbordan naturalidad, Elena Martín gestiona con sorprendente madurez una historia fundamentada en la veracidad que emanan todas sus situaciones. Como lo haría Mia Hansen-Love, y sin nada que envidiar. Ha nacido una estrella. He aquí un precioso exponente de cine de momentos... en los que verse reflejado.