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Plagio


Es preciso buscar un resquicio, una contradicción, una coma o un guion alto, pero la diferencia de la copia y el plagio en ciertas ramas de la cultura no está bien resuelta en los códigos éticos ni en los tratados filosóficos. Científicamente se debe apelar al libre albedrío o la libertad de expresión. Detalles en su esencialidad, matices en su formulación, ajustes en la medición de significantes, reminiscencias o simples efectos de una memoria ancestral que hace llegar a tu cabeza algo ya visto, escuchado o leído, y que lo sientes como inventado y lo expresas como nuevo, como si jamás se hubieran dicho, estás cerca de la absolución.

Existen reflejos, acumulaciones de sensaciones, desbordamiento de los archivos neuronales, predisposición genética al encantamiento de una cierta belleza codificada, pero cuesta entender que exista hoy la originalidad pura. Uno copia sin ser consciente. Uno plagia con afición, no buscando una plataforma para reformular, sino encontrando un alivio, un refugio en la emulación. Los plagios no son los simulacros de un atraco, sino los cuatreros de un desierto leguleyo.

Quizás lo más extendido en estos tiempos donde se vuelve a la autoficción, sea el autoplagio. Refreír un artículo diez veces hasta convertirlo en un estropajo. Deconstruir en aforismos un ensayo doctoral sobre la influencia del consumo de salsa de soja en la presión arterial, para que parezcan haikus publicitarios.