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Apocalipsis now


Se les ve en las imágenes llegando uno tras otro a la sede judicial, a la que acuden como testigos, es decir, con la obligación de decir verdad, a diferencia de los acusados que en ejercicio de sus derechos constitucionales pueden no declarar contra sí mismos e incluso mentir.

Todos ellos impolutos, vistiendo el traje de faena de los delincuentes de guante blanco: impresionantes ternos italianos, corbatas de colorín y zapatos de alto standing. Caminan con un aire prepotente y hasta chulesco, que parece decir a coro: aquí estamos y qué pasa tíos. Eran los exministros de Aznar: Acebes, Arenas, Mayor Oreja y Rato. Iban de ser los cuatro jinetes del Apocalipsis y son cuatro muleros y el de la mula torda es el primero.

Cada uno respondiendo con su peculiar estilo. Uno de chistoso como Arenas, que hizo gala de su peculiar gracejo andaluz, para hablar de su absolutísimo desconocimiento de lo que le preguntaban. Rato en tono crecidito y hasta chulesco respondiendo a la fiscal, que para eso es el mejor economista del mundo, sobre todo cuando trabaja para sí mismo. Acebes de chico bueno de Falange y Mayor Oreja, ese gran hombre que fue feliz en el franquismo, ejerciendo de alumno aventajado de Cristina Borbón: «No lo sé, no me consta, lo desconozco», pero todo a la vez, no como la Infanta que usaba esas mismas expresiones pero sucesivamente.

Lo más sorprendente teniendo en cuenta la obligación que tenían de decir verdad es que todas las declaraciones tienen un denominador común: no saben nada; no había caja B en el partido; tampoco sobresueldos; nunca hubo donativos por adjudicaciones; Bárcenas era un pringao y el amo de la barraca Don Álvaro, al que ya no se juzga por demencia. Da la impresión de que se han concertado para decir todos lo mismo con en ese aire de indignación porque gente como ellos tenga que comparecer ante un tribunal. Merecen un acto de desagravio.