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Iruñea rompe con la mojigatería con un txupinazo muy femenino

La capital navarra dio oficialmente el pistoletazo de salida a una locura de nueve días. Minutos antes de que saliera volando el cohete, se desplegó una ikurriña en el balcón consistorial. En la plaza, sobresalían de entre la multitud numerosas banderas. La más grande de todas era una pancarta contra la dispersión en la que se leía «Maite zaituztegu». Junto a ella, ikurriñas y banderas de Nafarroa y lemas en favor de los detenidos de Altsasu y Orereta.


A las doce del mediodía del 6 de julio, todos los años en Iruñea se acaba el mundo. Durante un breve lapso de tiempo de nueve días, lo que queda más allá de las mugas de la ciudad es absolutamente irrelevante. Ayer, el honor de dar inicio a ese mágico paréntesis recayó en la DYA, una asociación que lleva cuatro décadas velando por los corredores del encierro y salvando vidas. Hasta la final de la votación popular llegaron varios colectivos feministas y contrarios a la violencia de genero. Finalmente, el trabajo anónimo de los voluntarios de la DYA (siglas de la asociación Detente Y Ayuda) consiguió el mayor respaldo popular. Sin embargo, la DYA no quiso que se echara a perder ese protagonismo de la mujer en unas fiestas que siguen aún conmocionadas por la horrible agresión del año pasado. De este modo, escogió de entre todos sus voluntarios a dos mujeres: Paula Ramírez y María Calado. El tradicional grito previo a prender la mecha fue de Ramírez y también tuvo guiño feminista, pues primero fueron las mujeres y después los hombres: «Pamplonesas, pamploneses, iruindarrak... ¡Viva San Fermín! ¡Gora San Fermín!».

El arranque de ayer supone un gesto más dentro de unas fiestas donde la mujer exige su espacio a gritos. Lo que antes reivindicaba una parte de la ciudad, ahora es bandera de todos los vecinos. Hasta en los carteles luminosos de la carretera, esos que advierten de que no se puede conducir bebido o a demasiada velocidad, se cambiaron ayer los lemas para poner en euskara, inglés, francés y castellano que Iruñea es una ciudad donde hay tolerancia cero hacia las agresiones sexistas.

Pero no todas las batallas ideológicas están ganadas en la mojigata Iruñea. Muchas todavía habrá que pelearlas. Mientras en el balcón consistorial se encendía el txupinazo, entre la marabunta de la plaza se colaron numerosas banderas con lemas aún proscritos. La más grande fue una pancarta sobre dos palos contra la dispersión en la que podía leerse “Maite zaituztegu!’’. Junto a ella había otras dos con lemas en favor de la liberación de los jóvenes de Altsasu y los tres encarcelados de Orereta por los disturbios de Iruñea.

Junto a esas pancartas también se vio otras en favor del gaztetxe de Arrotxapea, una senyera, una ikurriña gigante y muchas banderas de Nafarroa. Si bien, estas últimas no se correspondían con la bandera oficial (con cadenas, esmeralda en el centro y corona borbónica) sino que llevaban las barras del escudo del reino, tal y como se popularizaron durante la conmemoración de los 500 años de la conquista.

La polémica, sin embargo, estuvo en el balcón consistorial, en el que hasta el último momento había un mástil sin bandera. Unos quince minutos antes de que dieran las doce del mediodía, se desplegó en él una ikurriña. Simultáneamente, el Ayuntamiento enviaba a todos los medios un informe jurídico de sus técnicos en el que se avalaba la presencia de la ikurriña entre el resto de pendones oficiales. El informe sustentaba la legalidad de la ikurriña en la reciente derogación de la Ley de Símbolos por parte del Parlamento. Aun con todo, desde la Delegación del Gobierno se envió una nota de prensa anunciando la interposición de un recurso ante el Contencioso por haber desplegado la bandera. La nota de la Delegación llegó tres minutos antes de las 12, dejando bien a las claras que el recurso llevaba ya tiempo escrito.

El alcalde de Iruñea, Joseba Asiron, atendió a los medios que, en lugar de cuestionarle sobre los detalles concretos de la fiesta de este año, prefirieron ahondar en la polémica sobre si la ikurriña puede ondear o no en el balcón. Asiron señaló que «la ikurriña tiene mucho que ver con mucha gente de Pamplona, conmigo en primera persona, y mucha gente que durante tantos años la ha defendido», declaró el alcalde.

Poco después, la portavoz del PP avanzó que su partido barajaba la interposición de una denuncia por prevaricación contra el alcalde. Al final, fue la Asociación Doble 12, la que oficialmente organizó la manifestación en favor de la bandera navarra que pagó UPN, la que emitió una nota en la que aseguraba haber interpuesto una querella por prevaricación contra el alcalde iruindarra por este motivo.

Fuera ya de las polémicas típicas del día 6 de julio, el arranque de las fiestas de ayer estuvo marcado por la normalidad. Con todo, se vio en la plaza a un inconsciente que burló los controles y prendió una bengala generando peligro entre la multitud que se agolpaba en la Plaza del Ayuntamiento.

El txupinazo de Cheikhouna

Limitar el inicio de la fiesta a lo que ocurre en la Plaza del Ayuntamiento supone no conocer bien las fiestas de Iruñea. En realidad, no solo hubo un txupinazo, sino dos. Poco después de que estallara el cohete y tras obrarse el milagro de desalojar esa plaza, algo que solo pueden lograr los gaiteros oficiales del Ayuntamiento, en las txoznas se lanzó un segundo cohete en defensa de una ciudadanía cada vez más rica y plural. Quien prendió este segundo inicio sanferminero fue Cheikhouna, un txantreano al que la Delegación del Gobierno quiere expatriar a su país de nacimiento, Senegal. Sus vecinos llevan tiempo demostrando la espectacular integración de Cheikhouna en la ciudad y, si ya se destacó como uno de los portadores del testigo en la recta final de la Korrika, ayer remató como el lanzador extraoficial del txupinazo.

Desde que explotó este segundo cohete, seguir el devenir de las fiestas de la capital navarra se convirtió en algo imposible. Vecinos lanzando agua sobre una multitud ebria compartían espacios con sufridos padres que buscaban con sus carritos a la Comparsa de Gigantes y Cabezudos. Todos ellos iguales, todos ellos de blanco y rojo, disfrutando anónimamente de ese increíble paréntesis de locura que no ha hecho sino empezar.