Raimundo Fitero
DE REOJO

En mi casa

La verdad sea dicha, Juana está en mi casa. Este cartelito convertido en mensaje solidario referido a Juana Rivas, la mujer maltratada que ha huido con sus dos hijos para no cumplir la orden judicial que le obligaba a entregárselos al padre maltratador está abriendo un debate bastante interesante de seguir. De tal manera que hasta el Mariano Rajoy en su propagandística presencia para repasar el año parlamentario hable de ella con aires de ser un miembro de las CUP o de una organización feminista. Es decir, apoya no cumplir con las resoluciones judiciales cuando esas huelan a injusticia o a perjuicios contra alguien, en este caso unos niños. Su argumento es obvio: escuchar a las personas, analizar su situación. Cambio súbito: se ha hecho militante de primera línea anti desahucios.

El jefe de la banda apareció con la intención de fijar su postura cínica. No habrá referéndum el 1-O, la economía va muy bien, la corrupción no interesa a nadie, paso por el asunto de Juana con delicadeza y muestro mi preocupación por Venezuela. Tengo entendido que se estudia en el gobierno español la posibilidad de incorporar el voto de los venezolanos de extrema derecha llamados mediáticamente como oposición, para decidir sobre Catalunya. Mientras tanto un tren de Rodalias, las Cercanías catalanas se estrella contra el tope. Hay muchas quejas sobre la no inversión estatal en este servicio público. Antes de que se sepa nada oficialmente ya se culpa al maquinista. Presunción de culpabilidad, siempre.

Pero el caso de Juana Rivas tiene mucha miga. Abre una vía de debate importante. Sin conocer a fondo el asunto, estoy a favor de Juana. Sin dudas. La solidaridad generalizada coloca en una situación complicado a una jueza que ordenó la entrega. La puede revocar. La postura del Presidente es un apoyo explícito de gran valor a su decisión de no entregar a los niños. Pero canta la coplilla popular que la ley es la ley y no se la salta ni el Papa ni el Rey. Pero que nadie busque más: está en mi casa.