Arturo Puente
Periodista
JO PUNTUA

La medicina de Airbnb

Las plataformas de alquiler vacacional como Airbnb son una verdadera revolución económica y, como tal, ni buenas ni malas por sí mismas. Es un cambio que, simplemente, está pasando, y ya podemos olvidarnos de volver a un estadio anterior a su existencia. El problema de este tipo de cambios en las formas de consumo global no es que ocurran sino que la regulación y los mecanismos de intervención no están preparados para las externalidades que generan.

Hablemos pues de las externalidades. Una familia alquila un piso en la parte vieja de Donostia para una semana. Pagará 1.750 euros. El inmueble no tiene licencia turística, ni las administraciones saben necesariamente que se ha alquilado. No se paga ningún impuesto especial. Eso quiere decir que un piso tradicionalmente destinado a vivienda, por el que se podía pedir unos 1.200 euros mensuales, pasa a tener un precio de cerca de 7.000.

Así que las familias donostiarras, que necesitan un piso para vivir, verán encarecido el mercado del alquiler según la afluencia turística aumente. Algunas no podrán afrontarlo. Otras se empobrecerán. La mayoría buscará alternativas alejándose del centro o en otras ciudades. El perjuicio para los habitantes de la ciudad es irreparable. Los cambios económicos tan profundos muchas veces generan externalidades contrarias a la mera existencia de la comunidad. La buena noticia es que conocemos la medicina: intervenir de forma decidida desde la administración.

En este caso, la situación es tan alarmante que debería hacerse desde varios frentes. Por un lado, perseguir el alquiler vacacional sin licencia, sin concesiones. Por otro, tasar los beneficios de esta de acuerdo a las externalidades que genera. Además, toca regular esta nueva actividad económica. Puede hacerse directamente sobre los precios del alquiler, estableciendo máximos. También podemos ir a las bravas y prohibir el alquiler vacacional en viviendas para estancias cortas. En diversas zonas de Estados Unidos y Europa lo han hecho.

Lo que no podemos es dejar pasar el tiempo amparados por el mantra liberal de que el mercado se autorregula mientras los efectos ya están aquí.