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DE REOJO

Esos adioses


Siempre nos coge mal la muerte que creíamos alejada y resulta que nos esperaba reconciliada con la enfermedad que todo lo santifica. Carlos Bacigalupe luchaba contra eso, contra la cosa, contra el puto cáncer. Subidas y bajadas, pruebas, sensaciones de derrota, euforias sobrealimentadas. La vida. Eso es la vida. O esa es la lucha por vivir mientras el estigma te mortifica. Por eso hoy me cuesta mucho insistir en esos adioses que damos cuando ya no hay retorno. Cada vez que sucede algo así me prometo no hacer ningún obituario más, desertar del género, mirar hacia otro lado. ¿Hacia qué lado? No hay muchas escapatorias.

Eran dos hermanos, gemelos, hijos de un sastre de la calle Hernani que se dedicaron al periodismo, en la radio y la televisión. Uno se especializó en ciclismo, Alberto; otro en asuntos teatrales, Carlos. Y muchas más cosas, eso está claro. Ejercían de bilbainos, pero un día uno de los gemelos murió, Alberto, y el otro quedó tan desamparado que creo nunca más volvió a sonreír con la misma intensidad. Los dos fueron hombres de tele, en la TVE regional, Telenorte, y en retransmisiones televisivas de la Vuelta, Alberto. Y Carlos estuvo con programas diversos, de entrevistas en ETB. Aunque Carlos se hizo más reconocible en la radio, en una cadena a la que dio media vida y lo dejó en la calle un buen día.

Y a la crítica teatral, creó unos premios, los  Ercilla, que alcanzó renombre estatal. En sus mejores momentos cuando era el rey del mambo teatral en Aste Nagusia, logró llenar salas a las dos de la madrugada para hablar de teatro. Sí, histórico. Lo frecuentaba en estrenos, alguna tertulia, en alguna comida. Siempre fue un poco tímido, pero últimamente estaba gruñón. Le corroía el maldito bicho. La propia situación de incertidumbre. Se nos ha ido. Adiós. Lo recordamos con afecto y admiración.