El reggaetón
Emakunde no ha prohibido pinchar el "Despacito" ni temas de Maluma, aunque sé que hay mucha gente que cree que debería hacerse. Hasta hay quien piensa que debería prohibirse el reggaetón. Yo no. Es cuestión de principios. Cantar una canción –por mucho que se atragante la letra– no vulnera ninguno fundamental. Prohibir que se difunda, sí. Además, cantar temas del rancio Escobar o entonar alguna jota navarra –las hay antológicamente sexistas– no te convierte en machista. Como visionar una y otra vez “El Padrino” no te hace parte de la cosa nostra ni disfrutar leyendo a Borges te hace de derechas. Así que, rotundamente, no; no las prohibiría.
Admito que lo tengo menos claro con la sugerencia de 200 temas del playlist elaborado con canciones, según he oído por ahí, «seguras», que evitan difundir letras que inciten a las agresiones sexuales. Lo de las listas limpias me chirría por alguna esquina y no sé si es eficaz para acabar con el machismo restringir canciones. Si lo tomamos al pie de la letra, la lista limpia reduciría a la nada el patrimonio cultural de la humanidad, porque ahí caería todo: Homero, Cervantes o Shakespeare, los hermanos Grimm o Nietzsche.
Tienen razón quienes aducen que entre el reggaetón y la ranchera de «te vas porque yo quiero que te vayas, a la hora que yo quiera te detengo» no hay tanta diferencia. Excepto una, y sustancial: la época. Hoy no hay sitio ni lugar para que el machismo siga imperando en las letras de canciones como el reggaetón, expresión nefasta de la cultura en la que vivimos.
Más vale que se acaba el espacio. Un párrafo más y abogo por su prohibición.