La tercera juventud
Dice el programa de mano que nos encontramos en el quinto día de la 74ª Mostra, pero en realidad es como si lleváramos aquí tres semanas, y como si dicho festival estuviera cumpliendo su 200ª edición. Está científicamente comprobado, hasta el punto en que ocho de cada diez doctores coinciden en señalar que una hora en cualquiera de estos certámenes, equivale a un mes en la vida real.
El desgaste físico y mental empieza a hacerse evidente en los periodistas, y ahí va el personal de seguridad del Lido, doblando esfuerzos para asistirles en su necesidad más básica: encontrar la sala donde va a producirse la siguiente proyección. Nos hacemos viejos, no hay duda, y en Venecia, aún más.
Normal, pues nos encontramos en una de las ciudades más ancianas y decadentes del mundo, dos cualidades que, visto el flujo turístico, pueden convertirse en activos. Y por si hay dudas al respecto, van los programadores y nos suman años con un tríptico que huele a vejez, condena de repente convertida en bendición. En un día vimos “Nosotros en la noche”, de Ritesh Batra, con Jane Fonda & Robert Redford; “The Leisure Seeker”, de Paolo Virzì, con Helen Mirren & Donald Sutherland, y “La Reina Victoria y Abdul”, de Stephen Frears, con Judi Dench.
La competición y el fuera de concurso se mezclaron así en una amalgama de viajes, amoríos y amistades en noble persecución del último milagro alquímico: convertir la tercera edad en tercera juventud. Tanto para sus personajes como para su público.
Cuando nos dimos cuenta, resultó que asistimos a una guerra de cárteles sin cartel. Los tres autores citados pugnaron a muerte por el trono del conocido como “cine de Señoras”. Una manera de entender el séptimo arte que nada tiene que ver con el sexo ni, mucho menos, la edad. No, de lo que se trata aquí es de envolvernos en algodones para afrontar la vida; somatizarnos hasta que nos olvidemos de esas canas, y esas arrugas y, qué cosas, de esos olvidos.
Los diálogos para suplir las carencias en el lenguaje fílmico; la banda sonora como infalible GPS emocional. Nos llega todo masticado (y regurgitado) para la más placentera de las digestiones. Y ahí, en esas condiciones, el rey sin duda es Mr. Frears, un Señor veterano. Un cineasta que en su británica e infalible explotación de su edad, consigue enaltecer la auto-complacencia en el cuento histórico, una fórmula que en sus manos envejece como el buen vino.
En esto último, el título de maestro hay que concederlo a Robert Guediguian, sexagenario de espíritu joven, que volvió a dar lustre al Concurso por el León de Oro. “La villa”, su último film, congrega a la compañía teatral de siempre para devolvernos al sur francés. De ahí nos llega otro debate sobre el estado de la nación, celebrado este desde la atalaya mínima de la escala más humana. Los participantes, inevitablemente envejecidos, plasman de manera emocionante el paso del tiempo, y reivindican la tercera edad como lo que es: un tesoro al que hay que escuchar. Pues es sincero, clarividente y sabio. Tanto, que hasta cuando se equivoca, lleva razón