SEP. 25 2017 «HANDIA» Los gigantes acomplejados Víctor ESQUIROL Sucede en muchas parejas, incluso en las más perfectas, que en algún momento de la relación, se comete ese error fatal de forzar “el paso más allá”. Sucede, a veces, que la sintonía entre las partes es tal, que llevados por el exceso de confianza, los enamorados se ven como gigantes ante la vida. El mundo es suyo; los obstáculos que este les va a plantear, son minúsculos. Solo que no. Para nada. Y por si había dudas al respecto, va el destino, tan inmisericorde, y pone a cada uno en su lugar. Hace tres años, recordemos, Jon Garaño, Aitor Arregi y José María Goenaga demostraron que tres para nada son multitud. La sintonía entre ellos; entre su escritura y dirección, fue total. Preciosa. El resultado fue “Loreak”, uno de los grandes hitos en la historia reciente del Festival de Donostia. No solo por los logros conquistados por la propia película, sino también porque la cinematografía vasca dejó claro que la Competición en la Clase A era una gesta que para nada le venía grande. Hubo aplausos, incluso ovaciones. También acompañaron los premios, y claro, a la sociedad a lo mejor le picó aquel maldito bicho. ¿Y si este era el momento ideal para ir un paso más allá? En 2017, es decir, en el 65º Zinemaldia, la suposición se convirtió en realidad... por mucho que los ojos, al principio, no dieran crédito. Reacción más que natural ante, precisamente, los fenómenos de la naturaleza. «La gente paga para ver aquello que no ha visto nunca», dijo un genio en el Teatro Principal, y efectivamente, ahí estábamos, con ganas (y algo de miedo) por echarle un vistazo a esa película con aires de super-producción hablada en euskera. Faltaría más... y que viva la ambición. El problema es que esta se descubrió, a la postre, como complejo. Ante un mundo que, visto con la debida perspectiva, era mucho más grande de lo que parecía. La agorafobia, por momentos, nos llevó al borde del ataque de nervios. “Handia” es un cuento que anuncia, a través de unos aparatosos títulos explicativos, su carácter basado en hechos y personas reales. Poco después de la Primera Guerra Carlista, dos hermanos se lanzarán a la aventura de la vida. El primero es manco; el segundo es un coloso cuyas dimensiones, en efecto, impresionan a primera vista. Juntos, intentarán convertir sus respectivos handicaps en fuente de alegrías... solo que el resto del mundo tiene otros planes para ellos. La historia de siempre, vaya. Contada como nos la han contado, tantas veces antes, industrias fílmicas mucho menos acomplejadas. En esta liga, la propuesta sabe tapar sus carencias tirando de oficio artesanal. Y sí, el film acaricia la retina, pero ni roza el alma. Aquella emocionante contención de “Loreak” ahora es agravante, pues esta nueva criatura va en constante busca de la complicidad facilona del gran público. Así de ambiciosa; así de sumisa a las reglas del juego. No diga gigante, sino gigantismo. No diga crowd-pleaser made in Euskal Herria, sino recordatorio de que a veces, “el paso más allá” se hace, de forma agigantada, para atrás.