Adiós, España
Lo dicen los estibadores de los puertos que se han negado a prestar servicio a los barcos fondeados con policía a bordo y que de noche tocan los cláxons para que no duerman, igual que los ciudadanos de Reus que cantan Els Segadors frente al hotel donde se alojan los policías españoles, y los agricultores que llenan las carreteras con sus tractores, los sindicatos más representativos, los estudiantes que ocupan el rectorado en la universidad, las monjas de clausura de Vallbona y los curas, la conferencia episcopal de las diócesis catalanas, los abades de Montserrat y Poblet, los protestantes de distintas denominaciones, los escritores, el palco del Liceo donde tradicionalmente se ha reunido la burguesía, trabajadores de todos los sectores, jóvenes y ancianos, los nuevos catalanes con raíces en la lejanía, los 129 alcaldes de Cataluña Norte, los compatriotas que en València o les Illes Baleares salen a la calle, el Barça, científicos y académicos de todo el mundo, premios Nobel y la gente de toda edad y condición llenando plazas festivamente, de Ripoll hasta Alcanar: queremos votar, queremos decidir nuestro futuro en libertad, queremos ejercer nuestro derecho a la autodeterminación.
Y un problema político, en Europa, sólo se puede resolver políticamente en las urnas. Esto no es algo que pueda resolverse por la fuerza de la porra o la fuerza de una justicia sin ningún prestigio, imparcialidad, ni autoridad moral. Cuando esto sucede, cuando catalanes conservadores y progresistas con un modelo de sociedad distinto, pero leales a un mismo país, se dan la mano por la libertad, quien utilice la fuerza contra todo esto ya ha perdido. Porque Cataluña nunca ha utilizado otro instrumento que la movilización pacífica, festiva y familiar. No tenim por! No tenemos miedo frente a la irracionalidad de ningún fanatismo. Cuando un pueblo ha perdido el miedo, es ya un pueblo en marcha y a un pueblo así no hay quien lo pare.