Aritz INTXUSTA
HOMENAJE EN EL «CAMPO DE LOS VASCOS»

NAFARROA COLOCA EN GURS EL MONOLITO QUE FALTABA TRAS 80 AñOS DE OLVIDO

ERAN EL «HAMPA ROJA», CIENTOS DE MILES DE REPUBLICANOS QUE CRUZARON LA MUGA TRAS LA DERROTA. NADIE LOS QUERÍA CERCA. AUN ASÍ, EN 1939 SE LEVANTÓ UN CAMPO PARA REUNIR A LOS VASCOS EN GURS TRAS UNA ALAMBRADA. MIENTRAS SE LOS COMÍAN LOS PIOJOS, PARÍS CAYÓ ANTE LOS NAZIS Y TODO FUE A PEOR. POR PRIMERA VEZ, NAFARROA SE ACUERDA DE ELLOS.

«Los vascos pasan por ser una raza fuerte, sana, de anchas espaldas y brazos nervudos. Hoy en esta fina madrugada primaveral, alineados para partir hacia un campo que se organiza para ellos solos, no tienen el aspecto bravo que me había imaginado. ¿Cuándo dejaré de soñar? Son unos hombres flacos, cansados, maltrechos. Ni ellos han podido resistir tan duras pruebas». Estas notas pertenecen al diario de Lluìs Ferran de Pol, un catalán refugiado en los campos de Saint Cyprien y Barcarès tras militar en las filas republicanas. Aquellos vascos que vio marcharse iban a ser los primeros reclusos de Gurs y para ellos las pruebas aún no habían terminado.

El testimonio de Ferran de Pol viene recogido en el libro del historiador Josu Chueca, “Gurs, el campo vasco”, que profundiza en este capítulo negro de la historia que fue recordado ayer en un acto institucional lleno de formalidades en el que participaron los dos lehendakaris. Aunque, en realidad, es Nafarroa la que despierta a Gurs, pues nunca antes había habido un reconocimiento oficial.

Hasta esos barracones llegaron 456 navarros cuyos nombres y apellidos quedaron registrados, por lo que puede que hubiera acogido alguno más. La mayoría eran de Iruñea, 93 personas, aunque proporcionalmente destacan los 40 roncaleses que estuvieron tras esos alambres de espino. De Erribera había rojos de Tutera, Buñuel, Fitero, Castejón...

Gurs fue un campo vasco, pero no de mayoría nacionalista. Según las filiaciones, uno de cada cinco eran del PNV; comunistas, uno de cada tres. Siguiendo con los datos del libro de Txalaparta, el de Gurs tampoco fue un campo para intelectuales, sino para soldados sin recursos. Y muchos de los responsables políticos de Iparralde, en la derechizada III República de 1939, no querían ese campo en Euskal Herria. Se referían a ellos como «pègre rouge» (hampa roja).

A las 11.00 de ayer, Uxue Barkos inauguró el monolito que recuerda a esos hombres cuya tragedia se suma a la de más de 3.000 ejecutados por la barbarie desatada tras el golpe de Estado del general Mola en Iruñea. «Este dolor fue silenciado durante muchos, demasiados años, en un tiempo de olvido y desmemoria que no hizo sino acentuar el desamparo que durante décadas habéis vivido familiares y allegados», subrayó la lehendakari navarra.

Los hijos de Gurs

Raimond Villalba, presidente de la Asociación Terres de Mèmories et de Luttes, es hijo de un gursiano (siguiendo la terminología que emplea Chueca). Villalba recordó a los republicanos que salieron de ese campo a pelear contra los alemanes, pues poco después de un año, con los más de 350 barracones recién levantados, Francia cayó ante Alemania. Para entonces, las condiciones eran ya inhumanas allí. Todos tenían piojos y más del 40%, la sarna. Murieron más de mil. «Mi padre, que era de Durango, no luchó contra los nazis. Era del PSOE y los que combatieron eran comunistas y anarquistas. Sí que estuvo ayudando a esconder a judíos».

El padre de Anita Fernandino, así como su tío, volvieron a tomar las armas de nuevo conta los alemanes. Fernandino denunció el dolor del exilio, «que es una segunda muerte, una cosa tremenda que hizo mucho daño a mi padre y a mi tío y todavía está haciendo daño a las personas que tienen que abandonar su país».

Maribel Sembroiz, hija de Félix, un mozo de Erriberri que llegó al campo de Gurs en 1940, contó a los cientos de navarros que acudieron al acto los recuerdos que le regaló su padre. Habló del hambre, pero también de grandes amigos. «A mi padre no le interesaba mucho el francés. ‘¿Para qué? –decía– ¡Si en cuatro días voy a volver a casa!’. Pero hasta 1979 no llegó a Olite», rememoró.

El monolito que colocó ayer Nafarroa se encuentra a tan solo a unos metros de un retoño del árbol de Gernika y de una estatua de Néstor Basterretxea, que colocó hace una década el Gobierno de Gasetiz. En ese memorial, hay otro monumento a todos los republicanos y otro más que recuerda a los judíos de Gurs, pues durante el dominio alemán este formó parte de la red de campos nazis, si bien nunca llegó a ser un lugar destinado al exterminio. Aun así, hubo prisioneros que salieron de Gurs para acabar en Matthausen, como Manuel García. que sobrevivió. Probablemente, fue trasladado allá (o a Gusen) Vicente Ibarretxe, cuya familia dejó de recibir cartas en 1941.

Después de que Nafarroa colocara el monolito que faltaba, se celebró otro acto más formal, en el que participó Iñigo Urkullu y el responsable de Nueva Aquitania, Alain Rousset. Urkullu y Rousset realizaron discursos similares, en los que compararon a aquellos presos de Gurs con los refugiados de la guerra siria, que malviven nuevos campos a la espera de que se abran las fronteras.