A la vuelta de una semana histórica, plena de emociones, con la democracia en ejercicio ante nuestra atónita mirada, Catalunya es hoy mas respetable que nunca porque al respetar a su propio pueblo, respeta al resto, incluido el español.

Frente a las urnas, España presentó un barco ridículo lleno de armas, hombres y pertrechos. Y frente al ejercicio libre de la ciudadanía lanzaron una ofensiva violenta sin precedentes en aquellos pagos. Y créanme que ante tanta virulencia las catalanas respondieron con firmeza, dignidad y actitud pacífica. Centenares de heridos en el pueblo y ninguna baja entre los agresores. Eso lo dice todo. También de eso han dado cuenta las cancillerías europeas, las que nunca han confiado en la conversión democrática de los herederos del Caudillo. Basta repasar la prensa de calidad para comprobarlo.

Esta es la hora, reza “Els Segadors” y las próximas horas y días serán determinantes para saber si el burro catalán cocea a Piolín o si el simpático pajarillo de la Warner Bros se nos aparece como el águila franquista de San Juan. En Catalunya saben que bajo los adoquines hay arena de playa y tratarán de atorar en ella los tanques del imperialismo de Rajoy, Sánchez y compañía.

Y aquí, en nuestra tierra, el lehendakari Ibarretxe nos regalaba una frase memorable: «Una imagen para Europa. Qué vergüenza, qué gran vergüenza. Y qué respuesta, qué gran respuesta de Catalunya». No le falta un ápice de razón, claro que no. A todo esto, ¿donde estaba Urkullu? ¿Siempre con Catalunya? ¿Seguro?