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IKUSMIRA

Cuatro metrosde vergüenza


U n mes intenso con el foco de atención en Catalunya y en su proceso soberanista y solo unas horas –al cierre de esta edición– para que el Parlament desvele la incertidumbre en torno a la declaración unilateral de independencia. Venezuela ha desaparecido no ya de las primeras planas sino de las páginas de los grandes medios, EITB sigue haciéndole la campaña a Iñigo Urkullu –y nos quejamos del escoramiento de TVE– y casi nos pasa desapercibida la construcción, junto a la terminal de ferry en el puerto de Bilbo, de un muro de cuatro metros de altura, un nuevo «muro de la vergüenza». Y van...

Un muro que no pretende, precisamente, bloquear la salida de las armas vendidas a la petromonarquía absolutista saudí, faltaría más, sino impedir que refugiados y migrantes se cuelen en el ferry que une Bilbo con la ciudad británica de Portsmouth. Al cierre progresivo de las rutas para llegar al centro y norte de Europa escapando de la miseria y la violencia, con fronteras, muros o vallas, se sumó el desmantelamiento del campamento de Calais, donde miles de personas esperaban para cruzar a territorio británi- co, lo que obligó a buscar vías alternativas. Bilbo.

La Autoridad Portuaria de Bilbao va a impedirlo con otro muro, «porque la ley obliga». Se nos llenó la boca con los obstáculos que los países del este de Europa fueron levantando para cerrar sus puertas.

Cayó el Muro de Berlín, un símbolo, pero siguen creciendo como setas por todo el planeta, desde Palestina a México, desde el Sáhara Occidental y Ceuta y Melilla hasta el norte de Europa. Una vergüenza.