Columpio
Ayer me columpié. Cambié tres veces mi artículo y lo que se publicó no se ajustaba a casi nada con lo que estaba pasando al amanecer. Por lo tanto, como estamos en el momento de mayor incertidumbre, donde parece que todo se va a resolver, pero a las bravas, no me columpio, y voy a referirme, lo juro, a asuntos que he visto por la misma pantalla. Tendremos tiempo las próximas semanas para saber dónde nos hemos metido. Ahora mismo vayamos a la periferia.
El mundo sigue siendo una porquería. Quizás cada día peor. Trump ha autorizado la publicación de dos mil ochocientos documentos hasta ahora secretos sobre el asesinato en Dallas de JFK, el mítico presidente de EEUU, John F. Kennedy. Uno de los episodios de asesinatos mafiosos de signo políticos, de intervención de poderes fácticos en la vida democrática. Algo que desde ese mismo día ha provocado multitud de relatos de profunda entidad conspirativa. Nada es verdad, casi todo es media verdad, mentiras, asesinatos, encadenadas frente a las cámaras. Un culebrón. En los documentos liberados hay sorpresas. Peor hay otra censura de Trump, doscientos documentos que no abre. ¿Por qué? Ahí están las claves para saber qué agencias estatales intervinieron en el magnicidio.
La noticia que a uno le coloca en un limbo alucinógeno de carácter incongruente es la de que una mujer diagnosticada de lumbalgia, que tiene obesidad mórbida, ingresa en urgencias y pare unos gemelos. Estaba embarazada. Avisaba de pérdida de la menstruación. ¿No se le ocurrió a nadie hacerle la prueba de la rana?
Vemos a sus hijos en brazos de familiares. Ella sigue ingresada. Aquí se columpiaron muchos estamentos del sistema sanitario. Estas negligencias médicas me sobrecogen. El columpio de mi infancia