El despertar de las ilusiones de los inmigrantes sacudidos por el 11-S

En el festival de Sundance fue una de las grandes sensaciones, lo que ha colocado muy bien a “The Big Sick” de cara a los premios anuales, con posibles candidaturas a los Óscar en las categorías de Mejor Guion (Kumail Nanjiani y Emily V. Gordon) y Mejor Actriz Secundaria (Holly Hunter). También supone un buen espaldarazo de la mano del productor Judd Apatow para la carrera del ascendente realizador Michael Showalter, que anteriormente había hecho las prometedoras “The Baxter” (2005) y “Hello, My Name is Doris” (2015), la segunda a mayor gloria de la veteranísima actriz Sally Field.

Pero si “The Big Sick” lleva camino de convertirse en la comedia romántica del año es gracias a que se trata de un relato autobiográfico, que atañe directamente al coguionista y protagonista masculino de la película, el inmigrante pakistaní Kumail Nanjiani, establecido en los EEUU como monologuista. El guion, escrito junto a su pareja en la vida real Emily V. Gordon, cuenta las dificultades que atravesaron en sus relaciones interraciales para poder acabar conviviendo juntos.

Poco les importó que les dijeran en las primeras lecturas del argumento, que este se parecía al de la película de Jon Turtletaub “Mientras dormías” (1995), porque al margen de las coincidencias estaban compartiendo experiencias propias que les habían marcado profundamente, y que una vez superadas pudieron ser narradas con resultados terapéuticos para ambos.

Nadie se tomaba en serio a este inmigrante, que encima se ganaba la vida como humorista. Todo cambió cuando ella sufrió una infección que le condujo a un coma inducido, situación de riesgo clínico que sirvió para el acercamiento del compañero de la paciente con sus familiares. Y al despertar ella se encontraron con una nueva oportunidad de vida. No deja de ser una metáfora del tiempo transcurrido desde el 11-S, que ha mantenido a la población inmigrante en una especie de limbo del que aún no termina de salir.