Jerusalén
Según mi aparato de televisión y las cadenas y canales que por él aparecen, Donald Trump ha nombrado capital de Israel a la ciudad santa de Jerusalén. Pongo todas las prevenciones porque con el hombre naranja todo puede ser mentira o verdad financiera no contrastada. Si no estoy muy confundido, que lo estoy, el Estado de Israel no ha tomado la decisión todavía, pero este terrorífico demonio ha decidido construir una embajada de los USA, por lo que se deduce que todo se está cociendo a fuego lento. Sin entrar en conclusiones, esto parece una provocación absoluta. Esto no es un chiste tuiteado, es una acción de un demente que responde a intereses militaristas. De momento, ya está convocada una nueva Intifada. Permaneceremos atentos.
Cuarenta y cinco mil catalanes, según la policía de Bruselas, se han manifestado en la nueva capital espiritual de Catalunya. Vista en directo la manifestación parecía una peregrinación. Repasada en diferido, es un magnífico acto de campaña electoral. La reacción de la presidenta 155 del Principat, Soraya de la Moncloa, tras consejo de ministros, hablando del DNI usado por los manifestantes para llegar hasta allí, es de un patetismo que raya lo infantil. Asumen mal que la ciudadanía se manifieste de manera conspicua. Conseguir una marea de color groc, amarillo, ese color estigmatizado por los teatreros molieristas, en el corazón de la Europa resfriada, solicitando con una pancarta que se revise el nivel de polución antidemocrática del reino de España les duele en sus convencimientos monolíticos. Por eso no dicen nada sobre unos raperos condenados a dos años y un día, el día que les obliga a entrar en prisión por unas letras que mencionaban de pasada a los Grapo, ese grupo mil veces desmontado por las policías españolas pero que existe para esa sentencia que huele que apesta a ley mordaza.