Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

El personal y lo emocional

No siempre, pero últimamente se oye al establishment apelar a las emociones cuando algunos de sus planes se les chafan. Y ello en su sentido negativo –un ascenso del Barakaldo, por ejemplo, es positivamente emocionante–, esto es: irracional. El resultado de las pasadas elecciones catalanas, el 21-D, viene a demostrar –dicen los paniaguados y turiferarios de pacotilla– que la mayoría aliada en escaños de los independentistas es fruto del voto... emocional. Se ha votado emotivamente, no juiciosamente viendo como se las pira tanta empresa, o –vale todo– con las amígdalas, al decir del neurólogo J. Ledoux y su sistema de evaluación amigdalino que va del tálamo a la amígdala y explicaría, por ejemplo, los miedos y las emociones precognitivas. Esta vez el rarito no soy yo.

Vuelve lo emocional, pues. Y vuelve el finisecular Le Bon que piensa que los pueblos se guían más por la emoción que la razón y cree que el progreso es producto de élites intelectuales o minorías frente a la creciente influencia de las masas («aglomeraciones», diría Ortega y Gasset, como quien se agolpa en unas grandes rebajas). Y esto no puede ser porque está científicamente demostrado, señores, que la chusma, como los «indepes» catalanes, son entes irracionales, por definición (del pueblo vasco decían que estaba «enfermo»). Ya hace tiempo Graham Wallas llamaba la atención sobre la creciente importancia del factor emocional en las relaciones sociales.

No es casualidad que este semantema –lo emocional– surja de un marco de agitaciones y revueltas obreras como las habidas en Francia ya desde la Comuna de París (1871) pasando por la Revolución de 1848 donde al proletariado empezó a caérsele la venda empezando la burguesía industrial y comercial francesa a cogerle miedo y pavores ante su toma de conciencia. Aparecen los teóricos burgueses –Le Bon, G. Tarde, ambos franceses– para «explicar» el fenómeno y su noúmeno: multitudes, masas, turbas, etc. Se mueven por lo emocional, por lo instintivo, como los animales. Luego vino el «público», más «civilizado», otra historia.