JAN. 03 2018 Año nuevo tan fino como clara de huevo Carlos GIL Analista cultural Podría ser un ensueño, un aledaño, un retraso, pero en nuestro calendario, doce meses hacen un año. Y tras un año viejo, viene un año nuevo. Lo mismo que tras un huevo, llega otro huevo. Desde luego, sin duelo. Sin anhelo. En paralelo. Al final un cambio de vía, para que parezca que amanece otro día. Tres veces cantó al alba un gallo que se teñía. Se dijo que era blanco, rojo y hasta azul. El gallo desafinaba, pues en la garganta un verso le retenía el aire caliente que del corazón salía. Los poetas miran a las poetisas como las hortensias miran a las gramíneas. En este año nuevo nadie va a bailar más horas sin sufrir calambres. Todos querrán escribir muchas patrias, pero los trabucos están oxidados y los premios están dados. Un señuelo alerta a los polluelos, brincan sobre las charcas unos patos floreados que buscan entre los juncos un sitio donde hacer el amor. Se celebra el advenimiento de la libertad de pensamiento, de expresión, de cátedra y de barra. Escucho un lindo clarinete y nunca sabré si está inspirado en un buen clarete o en un sorbete. Espero tanto de este año nuevo, que no me acuerdo ni como se llama. Ni siquiera he mirado su libro de instrucciones por si tiene vocación de bisiesto. Antes algunos teatros tenían guarderías, pero este año empezarán a abrir clubes de jubilados. Las obras tendrán entreactos cada treinta minutos para que se alivien las vejigas. Caminamos hacia el pasado pluscuamperfecto, como un candidato electo camina hacia el tres por ciento. Nadie espera más de este año cultural que los perdidos en el paraíso.