Fede de los Ríos
JO PUNTUA

Ingvar y Leonor

Puede que sea cosa de que en el ocaso del vivir los órganos de los sentidos que trasmiten las señales que nos ayudan a interpretar lo que acontece fuera de nosotros están ya lo suficientemente jodidos, o atrofiados si así lo prefiere el educado lector, y lo que considera, este que suscribe, como increíble, en el sentido estricto de no creíble, no sea tal. Y así, donde uno no ve sino viles explotadores de obreros; otros, detentadores de una visión correcta, lo que aprecian son solidarios emprendedores. Donde uno percibe impúberes estomagantes, otros ya aprecian futuras estadistas.

Murióse Ingvar Kamprad, el de IKEA, a los 91 años ya tocaba y nos enteramos gracias a los profesionales de la información (los que te cuentan cómo es la realidad) que su fortuna superior a 64.000 millones de euros, la comenzó a los 7 años vendiendo cerillas a sus vecinos. Debió de vender muchas. Mis amigos y yo, debido a una estupidez y maldad congénita, cuando conseguíamos cerillas nos daba por quemar papeles u hojas secas siempre con el temor de mearnos en la cama (así decían). Nunca nos dio por revenderlas como al sueco emprendedor. El lema de Ingvar era “ahorro y austeridad”, «hay que exprimir cada moneda», «compraba lácteos a punto de caducar porque eran más baratos», vestía siempre ropa de mercadillo, viajaba en un Volvo del 93, elegía siempre la clase turista, creaba sus propios cuadernos usando folios escritos por una sola cara y se llevaba de los restaurantes los sobres de sal y azúcar. De la plusvalía exprimida a cada uno de sus 160.000 trabajadores, los cronistas, ni mú.

Otra jovencita que apunta maneras, al decir de los periodistas, es la princesa Leonor: una niña «apacible, tranquila, generosa, reflexiva y muy responsable»; tanto que, el rey de España, la ha nombrado Caballero del Toisón de Oro. A sus once años, según “Tiempo”, «lee a Stevenson y a Carroll, domina el inglés». De princesas de Disney nada, lo que «le gusta son las películas de Kurosawa». Increíble ¿no?

Vosotros no sé, pero yo cada día añoro más a soviets y a sans culottes.