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Pamplona por el cinismo


En los tiempos del Barcinato, el Ayuntamiento de Iruñea puso en marcha una ordenanza de «civismo» que, siguiendo la estela de Barcelona, buscaba coartar la libertad de los vecinos en su vida cotidiana y, de paso, recortar aún más la libertad de expresión.

La respuesta popular fue rebautizar la campaña propagandística «Pamplona por el civismo» –en esa época el bilingüismo era poco menos que una quimera– por una más real, «Pamplona por el cinismo».Han pasado los años, pero el gusto por el cinismo de los gobernantes de entonces sigue estando por todo lo alto. Veamos algunos ejemplos.

Quienes decidían por el ordeno y mando quién disparaba el txupinazo y hacían pasatxanda cuando le tocaba a la izquierda abertzale reclaman que se permita a la ciudadanía elegir a una cantante de moda, obviando que fue el cambio quien puso en marcha este proceso participativo y que desde entonces no lo ha disparado ningún concejal.

Quienes arramplaron con todos los vestigios históricos que había bajo la Plaza del Castillo (cementerio musulmán, termas, ...) se quejan ahora de que el alcalde va a sacarse la foto en los restos del castillo de Luis el Hutín, obviando que el actual Ayuntamiento ha decidido proteger esos restos para que no vayan al vertedero.

Alberto Catalán, que fue consejero de Educación, pregunta ofendido en un debate parlamentario a ver dónde está escrito eso de que existen los derechos lingüísticos. Pues no sé, ¿en la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias que ha firmado el Estado español?

Y son solo tres ejemplos. ¡Qué cruz tenemos!