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IKUSMIRA

Todos somos Charlie (Hebdo), pero poco


Todavía tenemos en la retina las imágenes de los codazos de los líderes mundiales para pillar pancarta en la manifestación que recorrió París el 11 de enero de 2015, cuatro días después de que dos hombres mataran a doce trabajadores de la revista satírica francesa “Charlie Hebdo”, marcando una línea en la guerra ideológica contra el yihadismo. La etiqueta #JeSuisCharlie se popularizó en res- puesta a lo que se consideró un ataque a la libertad (de expresión) en Occidente cometido por unos musulmanes que la despreciaban. El origen, una portada que caricaturizaba a Mahoma como «terrorista».

Todo esto viene a cuento, salvando las distancias, sin duda, por la persecución judicial a la que están siendo sometidos en el Estado español quienes cruzan la línea de lo política o religiosamente correcto ya sea a la hora de hacer humor negro, gris o amarillo –el rojo es ya otro nivel–, crítica o lo que uno crea conveniente.

Los últimos capítulos son la condena de 40.000 euros impuesta a la revista “Mongolia” por un cartel satírico sobre Ortega Cano y la apertura de diligencias contra Willy Toledo por un delito contra los sentimientos religiosos por un comentario en Facebook, en el que criticaba el juicio contra tres mujeres por la «procesión del coño insumiso». «Yo me cago en Dios y me sobra mierda para cagarme en el dogma de la santidad y virginidad de la Virgen María. Este país es una vergüenza insoportable», escribió.

En Francia, contra los musulmanes, sí; en España, contra los toreros y los católicos, no. País de meapilas.