GARA Euskal Herriko egunkaria
JO PUNTUA

Profesor


La semana pasada murió Stephen Hawking, una de las mentes más brillantes de la humanidad, entendida ésta de forma global en sus dimensiones física y temporal. Su desaparición priva al conocimiento científico de uno de sus principales activos tanto creadores como divulgadores, y a la sociedad en general, de un icono cultural sin precedentes que, por supuesto, sobrevivirá a su desaparición física (por cierto, el mismo día del año en que nació otro icono, Albert Einstein).

Y su leyenda parte, paradójicamente, de un error de la ciencia. De la médica, en concreto. Con 22 años le diagnosticaron ELA (esclerosis lateral amiotrófica) y estimaron en dos años su esperanza de vida. Vivió 54 años, a lo largo de los cuales su paulatino deterioro físico no le impidió amasar una de las biografías más impresionantes que se hayan conocido. Sus aportaciones al conocimiento humano y su contribución a la comprensión de las leyes básicas que rigen al Universo fueron un capítulo axial de su existencia, pero desde luego, no fue el único. Se casó dos veces, tuvo tres hijos y un personaje en «Los Simpson». Viajó en globo, escribió libros infantiles, viajó a la Antártida y probó la gravedad cero a bordo de un Boeing 727.

En los libros, Stephen Hawking pasará a la historia gracias a su trabajo sobre los agujeros negros y a sus esfuerzos por unificar las dos grandes teorías de la física del siglo XX, la de la relatividad y la de la mecánica cuántica. Para quien firma la pieza, por ser ejemplo de que la «discapacidad» física –si es que el término es ajustado–, incluso la más severa, no determina, y desde luego no limita, la verdadera dimensión del espíritu.

En una sociedad atenazada por el culto al aspecto físico, desbordada hasta la morbidez por la apariencia, resulta balsámica la huella que Hawking y su voz robótica han dejado en una sociedad para la que, al fin y al cabo, puede que haya esperanza.

Al menos mientras, como pensaba el profesor Hawking, no aterricen los extraterrestres con intenciones poco honestas.