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Soberbia española


Si hay una palabra que define a la perfección la forma de actuar de los españoles en relación al contencioso catalán, esa es la soberbia. Muy similar, por cierto, a la que vemos estos días en «democracias» como Turquía, donde la cárcel es el único sitio que espera a los kurdos que se atreven a pedir simplemente que les dejen seguir su camino.

Y así sucede también en el Estado español, donde todo aquel que no comulga con la piedra de su Constitución termina con los huesos en la cárcel. Bueno, «a buen recaudo», como le gusta decir a toda esa caterva de políticos y tertulianos que no disimula la sonrisa irónica de quien se sabe que tiene la fuerza de su lado. Y eso solo tiene un nombre: soberbia.

Soberbia o arrogancia (sinónimos, según su Real Academia) de saberse con el partido amañado, con unos jueces, una Policía y unos medios de comunicación que están de su lado y que siempre les ayudarán a ganar el partido.

Soberbia o engreimiento de quienes no tienen empacho en culpar al otro de haber generado esta situación cuando fueron ellos mismos quienes tumbaron la reforma del estatuto de autonomía respaldada por todas las instituciones catalanas e incluso españolas y que hubiera evitado todo esto.

Soberbia o altanería de quienes, no contentos con encarcelar a políticos elegidos por el pueblo, se permiten hacer chistes, humillarles y difamarles, sabedores de que no pueden defenderse porque están entre rejas. Pero todos sabemos que la soberbia está reñida con la inteligencia. Así es que, no cabe más que sacar las conclusiones pertinentes y actuar en consecuencia. Con inteligencia.