APR. 06 2018 DE REOJO Rehenes Raimundo Fitero La sensación más extendida es que si no tenemos nada que ocultar, ¿por qué nos da miedo dar nuestros datos a quienes nos lo piden en las redes o en Internet? Lo he escuchado con asiduidad y hasta creo que he mantenido esa actitud de ingenuidad analógica. Pero parece ser que ese concepto binario totalizante, el Big Data, es algo más que un almacén de cifras y letras, parece ser que es un material utilizado de manera muy eficaz por los vendedores de productos v arios y los que venden futuribles e ilusiones políticas. Y ahí es donde se está produciendo el pánico. Por lo tanto, hay que cambiar mucho la mirada, no somos colaboradores involuntarios, ni se nos puede clasificar como cómplices necesarios, somos simplemente rehenes, porque nuestra vida la hemos externalizada a nuestros aparatos. A nuestras aplicaciones. A nuestras redes supuestamente sociales, sin darnos cuenta que detrás de los operadores de telefonía, las empresas que nos sirven el wifi, las aplicaciones que nos ayudan a medir los pasos que andamos, a buscar pareja o sexo, apostar o simplemente pedir una comida rápida hay empresas, multinacionales, grupos importantes que a través de nuestras huellas digitales van configurando toda una estrategia para adelantarse a nuestras decisiones y gustos, y, parece ser, que hasta el voto. Se ha descubierto, se ha denunciado, se ha confesado, millones de datos vendidos a una empresa que a su vez los usa para empujar al voto dirigido de esos millones de rehenes digitales. O sea, ya está la cosa en cuotas asfixiantes de control. Y no ha hecho nada más que empezar. Amazon, Google, Facebook, Twitter, Instagram y otras más, pueden acabar con las relaciones entre los individuos y entre las instituciones tal como hoy se conocen. Y no apunta a mejorías, sino a estancamientos totalitarios.