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EDITORIALA

Redefinición de las reglas del comercio internacional


Después de que a principios de marzo el presidente de EEUU, Donald Trump, anunciara la imposición de aranceles a la importación de acero y aluminio, los ecos de una posible guerra comercial no han hecho más que crecer. Esta semana Estados Unidos ha aprobado nuevos aranceles, pero esta vez solamente afectan a determinados productos chinos. La medida fue inmediatamente respondida desde Pekín con aranceles de similar cuantía a productos estadounidenses. La disputa está servida.

En una economía global altamente interrelacionada, los nuevos aranceles tienen consecuencias directas para los dos grandes países abiertamente enfrentados –EEUU y China–, pero también generan un efecto dominó con derivadas imprevisibles en terceros países. Así, otros actores no han tardado en reaccionar dejando patente con sus decisiones su posición política y económica. Corea del Sur, por ejemplo, ha apelado a la Organización Mundial del Comercio (OMC) para defender sus intereses económicos mientras que la Unión Europea se ha limitado a negociar con su cada vez más teórico aliado, Estados Unidos. Por otra parte, Japón, atrapado entre dos fuego, ha optado por llamar a China y EEUU al entendimiento sugiriendo que compartan liderazgo. En todo caso, muchas declaraciones y pocas medidas firmes que indican que nos encontramos en una fase de escaramuzas que, en cierta manera, cierran una etapa en la globalización neoliberal.

Las reglas del libre comercio que Occidente ha ido definiendo desde que se creó el GATT en 1947 sirven ahora a otros países, especialmente a China, y de ahí los cada vez más indisimulados intentos de Estados Unidos de redefinirlas a su favor. Cualquiera que sea el resultado final de estos intentos, crecerá en todo el mundo la tendencia al autoabastecimiento y se producirá un cierto repliegue en el comercio internacional. Cambios a los que Euskal Herria tendrá que empezar adaptarse ya.