«El Colectivo solo quiere que le dejen andar, que no le cierren puertas»
La expectativa ante la decisión de ETA choca con la realidad de los rechazos a las peticiones de los presos o la muerte de Xabier Rey, todo ello agitado por la «batalla del relato». López y Garmendia hablan de su reciente detención, pero sobre todo de esta encrucijada.
Comencemos por lo más grave. La muerte de Xabier Rey, ¿es un hecho dramático pero puntual o es la prueba de la situación que se vive en las cárceles y de la angustia que genera?
Antton López: La situación, por desgracia, no es nueva y tiene que ver con el castigo que se da al Colectivo desde que empezó la dispersión. Y por eso decimos que era una muerte perfectamente evitable y también que es lo más parecido a la definición de asesinato.
Oihana Garmendia: Ha sido una muerte anunciada, porque podía haberle pasado a cualquiera vistas las circunstancias. Están apretando las tuercas con la política carcelaria para atacar a toda la izquierda abertzale y poner en solfa un proceso de resolución integral. Xabier llevaba en primer grado diez años, pasaba 20 horas al día en una celda de 8-9 metros cuadrados, en condiciones de vida infrahumanas... Esto tiene consecuencias. Y el primer grado es lo que sufre hoy el 96% del Colectivo.
Partidos e instituciones casi han hablado más de las respuestas que de la propia muerte. ¿Preocupante?
A.L: Sí. Esta muerte revela la situación tal y como es, saca a la luz una política criminal, y hay quien frente a ello prefiere hablar de cómo ha sido el adiós.
O.G: Es una irresponsabilidad política tremenda.
Sin embargo, el Foro Social dice ver cerca un acuerdo entre partidos y sindicatos en este tema, ¿ustedes también?
A.L: Hay opción de pasos adelante, sí. Somos optimistas. Existen análisis compartidos, pero toca pasar de ahí a los compromisos. En tres espacios concretos hay condiciones para ello: contra la dispersión, por los presos enfermos y para que el Colectivo pueda andar un camino que hoy está bloqueado.
Todo apunta a que en unos meses ETA va a cerrar su ciclo y eso debe crear nuevas condiciones, ¿será así?
O.G: Esa aportación de ETA va a cambiar el panorama político en su totalidad, y todo el mundo se está resituando. Vemos que hay gran sintonía y posibilidades de acción entre las fuerzas vascas. Estamos de acuerdo en superar la fase anterior de enfrentamiento. Y es evidente que en política penitenciaria no se puede seguir con esta estrategia de excepcionalidad.
A.L: El horizonte de la desaparición de ETA está ahí. Creo que es adecuado comparar su evolución con la de un elefante; le cuesta moverse, pero cuando lo hace sus pasos son seguros, serios. La izquierda abertzale tiene claro que va a trabajar en el horizonte de la paz, pero creo que otros partidos no tienen claro qué viene después y va a haber una época de incertidumbre. No veo que hayan interiorizado que la situación será inédita.
Pero, ¿confían en que cambie Madrid? El PP había sostenido siempre que la dispersión se acabaría con ETA, pero ahora ya oímos cosas como que ETA seguiría en las cárceles...
A.L: Del Estado no esperamos gran cosa, la apreciación es que seguirá poniendo obstáculos. Pero sí debe haber cambio en los acuerdos que se pueden lograr en Euskal Herria.
Va a cumplirse un año desde la decisión de EPPK de afrontar decididamente la vía legal. ¿Qué datos tienen, cuántos presos están recorriendo ese camino voluntario?
O.G: Se ha publicado con datos de Instituciones Penitenciarias que han pedido salir de primer grado 60 presos, pero esos son solo los que han recibido ya la respuesta definitiva negativa. Están recorriendo ese camino más de 100. Hasta el momento a todos se les ha denegado, y a las peticiones individuales se les están respondiendo de manera colectiva y política. O sea, ellos están haciendo lo que decían que hacíamos nosotros.
A.L: Hay otras iniciativas, como pedir destino de trabajo en la cárcel. Vemos gran gran confusión en Instituciones Penitenciarias, no tienen directrices claras y por eso incumplen no solo la ley, sino también los procedimientos. Buscan en esta fase es confundir al Colectivo, crearle dudas... Pero está decidido a andar, solo quiere que le dejen hacerlo, que no le cierren puertas. Y para eso también deben implicarse los agentes de este país.
¿Salir del primer grado es el gran problema actual?
A.L: Sí, es el tapón de todo el desarrollo posterior, porque en primer grado no es ya que no haya beneficios, es que no hay derechos. Se define como un espacio de tiempo excepcional, que debe revisarse cada tres meses y mantenerse solo en caso de que la persona presa no se adapte o suponga un riesgo para los que le rodean. Sin embargo, hay gente que lleva toda la condena así, más de 20 años; en mi caso, yo estuve 26, todos.
Xabier Sagardoy o Sara Majarenas, excarcelada el lunes, han recibido permisos de fin de semana. ¿Es un avance?
A.L: Pequeño, pero sí, indudablemente. Hay que experimentar en todos los espacios. Con el segundo grado se pueden lograr permisos. Con los permisos, pedir tercer grado. Tampoco queremos vender humo. El espacio jurídico es otra forma de lucha. Sabemos que mientras no cambie la decisión del Estado respecto a la política penitenciaria, la respuesta va a ser no y va a ser intentar crear desesperanza. Pero vamos a ser ambiciosos, a emplear todos los medios técnicos, jurídicos, abogados...
Los acercamientos en el Estado francés, ¿son solo un alivio, un balón de oxígeno como fue la anulación de la doctrina Parot, o también un punto de inflexión que permite ir pensando en la fase de excarcelaciones?
O.G: Las dos cosas. Nos confirman que el esquema usado ahí es válido. El Estado francés ha dejado de hacer seguidismo de Madrid. No a la velocidad que quisiéramos, pero se van desatascando nudos. Todo proceso es largo y sinuoso, habrá obstáculos y contradicciones; lo importante es dar el primer paso.
A.L: Los pasos que se dan allí no son sin conocimiento del Estado español, y tarde o temprano se dará algo así también aquí, aunque no sea de modo mimético. Me parece importante ver que no es un proceso de negociación, pero sí un proceso de solución, y ahí los diferentes elementos interactúan. Se puede comprobar que todos los actores tienen alguna participación: el Gobierno francés, la sociedad de Ipar Euskal Herria, las familias de los presos de Hego Euskal Herria, el Gobierno Vasco que ha tenido que entrar, el Gobierno español que está informado, las asociaciones de víctimas...
¿Qué buscan con la manifestación convocada el 21 de abril en Bilbo, con motivo del Día Internacional del Preso Político?
O.G: Primero, recordar que presos y exiliados vienen de un conflicto político, tienen carácter político. Y luego apoyar la superación de todas sus consecuencias, con prioridades: que salgan del primer grado, que vuelvan a casa, y vuelvan vivos.
A.L: Hay que entender los contextos para entender los hechos. En las épocas duras, la cárcel era un espacio de resistencia. Ahora lo es de aportación, de resolución. Esto, en espacios cerrados, a veces cuesta asimilarlo. El 21 les diremos ‘estamos con vosotros para volver a casa’. Y le diremos a la sociedad vasca que nos ayude en este camino, para que les dejen andar.
«Es inconcebible pedirle a una parte el suicidio político»
¿Hasta qué punto está trabando los avances la omnipresente «batalla del relato», la obsesión por recrear vencedores y vencidos?
O.G: Buscan condicionar la fase que se quiere abrir, perpetuar el ciclo de confrontación y tener ahí a una izquierda abertzale debilitada. Y que nos lleven a Intxaurrondo para intentar reavivar esa situación es absurdo. Lo de los vencedores y vencidos es un cuento que no ha ocurrido en este país, la realidad es más compleja y es terca. Hay que apelar a la responsabilidad de todos.
A.L: Estamos en la dialéctica tiempo viejo-tiempo nuevo, y ahí afloran situaciones morbosas porque una de las partes quiere a la otra callada, sin historia, y nosotros también tenemos nuestro relato y necesitamos contar lo que nos han hecho. No habrá un único relato, pero sí caben espacios compartidos en que cabe llegar a acuerdos, sin imposiciones. ¿Por qué no buscamos esos acuerdos?
O.G: Es inconcebible pedirle a una parte el suicidio político, que renuncie a lo que ha sido, y esto incluye lo que ha hecho, pero también lo que ha sufrido o lo que ha aportado.
A nivel personal, ¿cómo vivieron la detención por el acto de despedida a Belén González?
A.L: Fue recordar viejos fantasmas. No es gusto de nadie ser llevado a Intxaurrondo. Hablando con uno de los guardias civiles que estaban allí, él me decía que no había cambiado nada. Yo le contesté que las cosas habían cambiado y mucho. Que llevábamos 20 minutos hablando en la habitación y que hace 30 años para entonces ya me habían ‘hostiado’ y puesto la bolsa y electrodos. Y que yo he visto a guardias civiles con sus mujeres y sus hijos en la playa de Zarautz tranquilamente tomando el sol, cosa de la que me alegro. Las cosas han cambiado muchísimo, el problema es que ha sido solo por la implicación de una parte. De la redada, me pareció cruel lo que hicieron con Oihana; llevarla a los calabozos estando embarazada de siete meses está fuera de lugar.
O.G: Yo lo viví con especial preocupación. Ver a los guardias civiles descender de los coches y pararte en medio de la carretera cuando iba al hospital a una cita médica... te vienen a la cabeza mil ideas de lo que van a hacer contigo. Luego ya vi que la detención era comunicada, me hicieron saber la causa por la que estaba detenida, y ya ví que era un circo mediático sin más. Ya cuando salimos de Intxaurrondo, pensé cuánta gente ha pasado por esas estancias, cómo algunos han salido muertos, y entonces oí a representantes del PNV que en vez de preocuparse por nuestra situación estaban hablando sobre la izquierda abertzale... Me pareció de una irresponsabilidad tremenda. ¿Está el PNV con quienes estamos intentando cambiar la situación política o con quien busca prolongar un escenario de guerra?
A.L: A mí me asombró por mezquina la asociación que hizo Koldo Mediavilla entre las pensiones y la situación de los exprisioneros. La izquierda abertzale está muy preocupada porque no puede prestarle toda la ayuda que querría a la gente que sale de la cárcel. En cualquier proceso de resolución esa situación es afrontada desde las instituciones. Y a Mediavilla le diría otra cosa: si las familias no hubieran tenido que gastar tanto dinero en visitar a sus presos en la otra punta del mapa, habría dinero de sobra para atenderles al salir a la calle. Y ese PNV fue copartícipe de esa dispersión. Aquí todos tenemos responsabilidades.R.S.